Humanidad a la deriva
La vergüenza se encuentra hacinada estos días en grandes barcazas precarias. Miles de seres humanos, entre ellos cientos de niños, flotan en agua de nadie…
La vergüenza se encuentra hacinada estos días en grandes barcazas precarias. Miles de seres humanos, entre ellos cientos de niños, flotan en agua de nadie…
La vergüenza se encuentra hacinada estos días en grandes barcazas precarias. Miles de seres humanos, entre ellos cientos de niños, flotan en agua de nadie desde hace semanas mientras los países a los que se han dirigido practican una especie de ping-pong macabro que nadie sabe cómo ni cuándo acabará.
Perseguidos en su país y rechazados en Tailandia y Malasia, los rohingyas son una minoría entre las minorías, un grupo étnico que se está lanzando al mar en tropel en un intento desesperado de encontrar una vida sin dolor lejos de Birmania. Pero su grito es tan sordo que apenas se oye. Son muchos pero valen muy poco. Son los más nadie de todos los nadie.
Vienen del infierno y se han encontrado en un purgatorio eterno, y es que parece ser que ni siquiera en el cielo se les espera. Así que ahí andan, en mitad del mar, a medio de camino de ninguna parte, esperando un milagro, que es lo único que pueden esperar a estas alturas. Porque esperar una muestra de humanidad de los responsables de esta situación es mucho más que una utopía, igual que acostumbrarse al mecer de unas olas que te arrastran a una tierra que no quieren que pises.
La vergüenza estos días se encuentra hacinada en grandes barcazas precarias. Pero de la humanidad no se sabe aún nada. Quizá se ha ahogado por completo, o a lo mejor se la han llevado las olas, o se la ha tragado un depredador gigante. El caso es que algo le ha pasado seguro porque de ella ya no queda ni rastro.