La piel del sur
No me voy a ceñir a tópicos, pero los tópicos existen y la piel de Málaga en estos días tórridos y fiesteros (que no festivos) viene a transformarse en un mix de inimaginable bullicio, porque el malagueño es de por sí ruidoso y bullanguero, con querencia por las pandas de verdiales, el baile autóctono, por el pasodoble español y por cualquier palo del flamenco.
No me voy a ceñir a tópicos, pero los tópicos existen y la piel de Málaga en estos días tórridos y fiesteros (que no festivos) viene a transformarse en un mix de inimaginable bullicio, porque el malagueño es de por sí ruidoso y bullanguero, con querencia por las pandas de verdiales, el baile autóctono, por el pasodoble español y por cualquier palo del flamenco.
No me voy a ceñir a tópicos, pero los tópicos “existen” y la piel de Málaga en estos días tórridos y fiesteros (que no festivos) viene a transformarse en un mix de inimaginable bullicio, porque el malagueño es de por sí ruidoso y bullanguero, con querencia por las pandas de verdiales, el baile autóctono, por el pasodoble español y por cualquier palo del flamenco. Dan igual el cante o el toque, es indiferente que las mujeres se arranquen por ese “Partido de verdiales y entre olivos y olivares, estoy queriendo a una niña y no me la da su mare” Rascan los violines, suenan los panderos, los hombres de las pandas llevan sombreros de paja adornados con cintas de colores y suena a esa Málaga “la cantaora” que, en la Semana Santa se convierte en pregonera. Y es la piel de la tierra, con las malagueñas tan difíciles de bailar en condiciones, con las bandas de música “de las de antes” de las de orquestilla de pueblo de toda la vida, acometiendo con estrépito los pasodobles en medio de la calle, en medio de cualquier plaza “Julio Romero de Torres, pintó a la mujer morena, con los ojos de tristeza y el alma llena de pena” pumba, pumba y el gentío, que ya lleva entre pecho y espalda su ración de ese vino Cartojal, que se hace expresamente para la feria, que hay que tomar fresquito y que es “cabezón” (vamos que en la resaca duele la cabeza) el gentío se emociona, nos emocionamos, se nos ponen los pelos como escarpias, se nos saltan las lágrimas porque, por aquí por el sur del sur, andamos desde Tartessos enamoraditos de España, que nos duele y la sentimos al son del pasodoble español, baila que te baila, la calle Larios entera, marcando el ritmo con salero, que es algo que aquí nos sobra y con mucho arte ¡Con más arte todavía!
Ese Cartojal, ese rebujito enjaretado con coca cola y el primer vino que se pille, esos guiris turistas que se emborrachan con vino de Málaga, con el Moscatel y se ponen a la muerte, porque el vino dulce de pasas de Manilva tiene mucho malaje y es muy traicionero y los guiris no lo saben y aquí creíamos que ya no quedaba porque los extranjeros se habían bebido el año pasado la producción entera de las bodegas. ¡El arte que tienen y lo malos que se ponen! Por eso siempre hay ambulancias al acecho, aunque parece que dan mal vagío, pero ahí están, las ambulancias y los policías que son guapísimos, porque tanto en la Policía Local como en la Nacional de esta ciudad no admiten ni a los feos ni a los encanijáos, tienen que ser tíos buenos para dar una buena imagen de cara a los visitantes. Pero sigue la feria y “cantan” las biznagas que son rosetones florales hechos de jazmines perfumados, no es que los jazmines “canten”, sino los biznagueros que llevan las flores pinchadas en un cacho de chumbo sin espinas, pregonan su mercancía que es la gloria de Dios, visten con calzón negro, camisa blanca como la nácar y fajín colorao “¡Ay que las vendo! ¡Ay para las mujeres guapas, que fea no hay ninguna!”.
Huele a jazmines, a fritura de pescaíto, al agrio del Cartojal, a protector solar de guiri y a toques de guitarra y a trompetas que proclaman : “Viva el pasodoble que hace alegre la tragedia, viva lo español…” Mucho sombrero de ala ancha, mucho traje de faralaes y si es de la diseñadora Pilar Rubio es ya un lujazo y en el pelo biznagas, flores, peinetas, trenzas, moños, diademas, más flores, más guirnaldas y que venga Inés Urquijo y le eche más categoría porque aquí hay una gracia que no se puede aguantar. ¿Van guapos los hombres de corto y las mujeres de volantes? ¿Odia el diablo la sagrada hostia? ¿Duele la piel de la tierra cuando bailas el pasodoble en la Plaza de la Constitución, toldos para el calor y farolillos para adornar? ¿Es bueno el Cartojal que despachan en el café Central reconvertido en caseta ferial? ¿Se para el sol en el cielo al toque de “España Cañí” y se quedan las gaviotas embobaítas mirando desde las nubes? Que no es feria, ni gentío, ni parejas de niños bailando el pasodoble junto a parejas de jubilados, que es la piel, es nuestra piel, la del sur de nuestra España.