Cómplices por omisión
Imagine que tiene un hijo y en el colegio todos le hacen el vacío y lo tratan como un bicho raro. No tiene ninguna enfermedad, ni sufre de ninguna anomalía física ni psicológica. Simplemente no se comporta como los demás y la masa le presiona para que sea igual a todos.
Imagine que tiene un hijo y en el colegio todos le hacen el vacío y lo tratan como un bicho raro. No tiene ninguna enfermedad, ni sufre de ninguna anomalía física ni psicológica. Simplemente no se comporta como los demás y la masa le presiona para que sea igual a todos.
Imagine que tiene un hijo y en el colegio todos le hacen el vacío y lo tratan como un bicho raro. No tiene ninguna enfermedad, ni sufre de ninguna anomalía física ni psicológica. Simplemente no se comporta como los demás y la masa le presiona para que sea igual a todos. Esto pasa. Es algo que sufren todas las minorías, pero que solo nos afecta cuando toca a uno de los nuestros. A un hijo, a una hermana, a nuestra pareja o a nuestros padres. Es lo que viven ahora los cristianos de muchos países mayoritariamente musulmanes. ¿Y qué más nos da si están lejos? Solo que no se trata de una presión psicológica, sino incluso cruenta, con sangre.
En Yemén, en China, en Irak, en Afganistán, y en tantos lugares del mundo está pasando. La iglesia de esta foto es la de San José, en Cráter (Yemén: 99% musulmanes). Fue reducida a cenizas por yihadistas encapuchados. El día anterior habían roto su cruz. Sé que cada uno lleva su lucha, que el mundo está revuelto, y que a todos nos preocupa aquello que más nos afecta. Pero, de verdad, cuando se trata de la violación con sangre de derechos fundamentales, sea el que sea, me parece asunto prioritario. Es inadmisible que estemos en pleno siglo XXI con mentalidades medievales. Y por esto el Daesh debería ser ya el problema de todos, no solo de aquellos a los que están cada día arrasando. ¿O es que acaso queremos que el mundo entero sea musulmán sin libertad de elección? Es lo que ellos pretenden y parece que han tomado su misión en serio.
Además, se trata de ser musulmán yihadista. Mire usted lo que pasa: En Irak, en la ciudad de Mosul (donde ya han eliminado todas las minorías religiosas y ya solo quedan musulmanes), han empezado a decapitar a todos los hombres que no lleven barba. Una nueva norma del Daesh, simplemente porque el ‘look’ elegido por los yihadistas incluye una larga barba. ¿Podríamos haber imaginado algo así? Pues bien, yo me pregunto una y otra vez si es lícito seguir ignorando las atrocidades que sufren otros seres humanos. ¿Acaso la distancia nos exime de responsabilidades? Para mí, lo que está claro es que hace mucho tiempo el poder dejó de ser un servicio dentro de una fraternidad humana. Conocer lo que sucede y mirar a otra parte nos convierte en cómplices por omisión.