Mira el cielo

Miramos poco al cosmos porque la crisis nos ha devaluado un humor que, cabeza gacha y humillada, se concentra en la puntera de unos zapatos cuyas suelas es probable que acusen el paso del tiempo y reclamen la visita al zapatero.

Lo hacemos poco, de lo contrario nos daríamos cuenta de lo insignificante que resulta cualquiera de esos cambios que pretenden modificar el curso del mundo. Nada muda del todo por más empeños que pongamos, puesto que la naturaleza posee sus leyes y la esencia de sus algoritmos es tan precisa como insospechada.

Esa luna eclipsada, una luna roja y redonda hasta reventar la noche, fue un misterio por muy certeras explicaciones que nos traslade la astronomía. Lo es el modo en que nos influye, revoloteando el curso sanguíneo o el de las mareas. La manera en que activa o no el crecimiento de las cosechas. La sutileza con la que empaña nuestro ánimo.

Miramos poco al cosmos porque la crisis nos ha devaluado un humor que, cabeza gacha y humillada, se concentra en la puntera de unos zapatos cuyas suelas es probable que acusen el paso del tiempo y reclamen la visita al zapatero. Cosa que había dejado de hacerse los últimos años. 

El gesto del individuo denota su actitud al gestionar lo que le rodea.

Es un error echar raíces en la tierra que nos impidan elevar nuestras miras, aunque sepamos que el cielo se nutre de secretos que jamás descifraremos. De hecho debemos al universo una parte de ese yo inexplicable que la ciencia más ortodoxa no se atreve a inventariar.

La semana en que nos volvimos un poco más lunáticos hemos sabido que Marte alberga agua. Sí, puede que en condiciones especiales. Sí, fría y salada. Pero se trata de agua y puede que… ¿de vida? Cierto que no existe un avance capaz de dar respuesta cierta, pero esto indica que el cielo que nos enmarca nos ayuda a relativizar nuestro papel en mitad de todo.

¿Te das cuenta como merece la pena levantar la cabeza?