Lo echamos a suertes
Es en el alma de cada uno donde existe un poderoso tótem que siempre habríamos de respetar; anteponerlo a chiquilladas y fábulas que solo consiguen confirmar la desdicha de nuestra bendita raza
Es en el alma de cada uno donde existe un poderoso tótem que siempre habríamos de respetar; anteponerlo a chiquilladas y fábulas que solo consiguen confirmar la desdicha de nuestra bendita raza
Su nombre significa “bendición divina” y así habríamos de admirar la fortuna del pequeño Baraka y su historia; quien, a pesar de mostrarse como un niño feliz con su balón, posee matices que irremediablemente erosionan con fiera impasividad la joven mirada de quien observa la inexplicable desesperación del hombre por ser menos humano y más animal.
Hay límites que no deberían sobrepasarse, no nos confiemos; hay caras y también cruces, así como suerte y mal fario para aquellas miradas incrédulas . Pero es en el alma de cada uno donde existe un poderoso tótem que siempre habríamos de respetar; anteponerlo a chiquilladas y fábulas que solo consiguen confirmar la desdicha de nuestra bendita raza; ¡grandes hazañas manchadas por el filo de un machete!
El patio de recreo convertido en un reguero de brujas.
En eso nos hemos convertido.
En un truco obsoleto.
Son fantasmas que devoran la inocencia por un puñado de velas que encender, por vagas premoniciones que sustentan cualquier vida; un futuro… una maldición.
Un lapso en la baraja.
Cerremos los ojos y aprendamos a atisbar que todos fuimos y seremos grises, que es el camino de cada cual el que crea oportunidades, que el único milagro es la experiencia de interactuar con nuestra esencia; ahí reside la auténtica magia…
Nada por aquí, Nada por allá…