THE OBJECTIVE
Jose Balsa Barreiro

Preludio rapanui

La aceptación íntegra de la propuesta por parte del gobierno de Michelle Bachelet esta misma semana puede ser el prolegómeno para la puesta en marcha de modelos de desarrollo más sostenibles. O visto desde el otro lado, quizás no estemos más que ante la excepción que confirma la regla de que vivimos en un modelo global altamente insostenible.

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Preludio rapanui

La aceptación íntegra de la propuesta por parte del gobierno de Michelle Bachelet esta misma semana puede ser el prolegómeno para la puesta en marcha de modelos de desarrollo más sostenibles. O visto desde el otro lado, quizás no estemos más que ante la excepción que confirma la regla de que vivimos en un modelo global altamente insostenible.

La Isla de Pascua está cargada de simbolismo debido, fundamentalmente, a su remota ubicación geográfica. De hecho, el mundo civilizado dista a unas cinco horas de avión sea cual sea la dirección que se tome. Este hecho convirtió a esta isla históricamente en un microcosmos propio, en el que sus pobladores vivían sin apenas contacto con el mundo exterior. El repaso de la historia de esta isla muestra uno de los más célebres ejemplos que avalan el fin de los modelos de sociedades insostenibles.

Aunque existen diferentes controversias en cuanto a fechas, las principales hipótesis apuntan a que el poblamiento humano de la isla pudo empezar en el siglo V, cuando una serie de náufragos errantes procedentes de otras islas polinesias llegaron aquí. Como la isla era rica en recursos pudo desarrollarse una civilización propia, hasta tal punto que un milenio después aproximadamente, la isla alcanzó su auge demográfico con unos 10.000 habitantes.

Sin embargo, el modelo de sobreexplotación agrícola llevado a cabo por sus pobladores provocó la desaparición masiva de bosques y la pérdida de biodiversidad. Así, la falta de madera limitó la construcción de nuevos barcos de pesca. Como consecuencia de todo esto, la población de la isla se vio muy mermada tanto desde un punto de vista cuantitativo como cualitativo. Cuando el mundo civilizado descubrió la isla en el siglo XVIII, la población era de sólo unos 2.000 habitantes, los cuales sobrevivían sin apenas recursos y enfrentados en guerras.

Desde entonces, el mundo ha dado muchas vueltas. De hecho, los actuales habitantes de la isla (unos 5.000) parecen haber asumido los errores del pasado. Así, hace unos meses han propuesto al gobierno chileno, del que dependen, la creación de un gran área protegida de unos 600.000 kilómetros cuadrados (la tercera del mundo en superficie) que comprende una reserva marina en la zona más próxima a la costa para que puedan seguir pescando con sus artes artesanales y en la que se veten otras actividades económicas como la extracción de hidrocarburos por parte de empresas foráneas.

La aceptación íntegra de la propuesta por parte del gobierno de Michelle Bachelet esta misma semana puede ser el prolegómeno para la puesta en marcha de modelos de desarrollo más sostenibles. O visto desde el otro lado, quizás no estemos más que ante la excepción que confirma la regla de que vivimos en un modelo global altamente insostenible.

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