Predicar en el desierto
Las mujeres desde que el mundo es mundo son el campo de batalla en los conflictos armados, se violan, se compran, se venden, se masacran para dar ejemplo, se las embaraza para vengarse de los hombres.
Las mujeres desde que el mundo es mundo son el campo de batalla en los conflictos armados, se violan, se compran, se venden, se masacran para dar ejemplo, se las embaraza para vengarse de los hombres.
Ser mujer en tierra de lobos ha sido y sigue siendo un peligro para la vida de las mujeres, de sus hijas, de sus embarazos, de su cotidiano ya extremo en un hipotético tiempo de paz.
Las mujeres desde que el mundo es mundo son el campo de batalla en los conflictos armados, se violan, se compran, se venden, se masacran para dar ejemplo, se las embaraza para vengarse de los hombres.
Ayer, nuestro presidente fue a la ONU a dar un discurso sobre Paz y Seguridad. No es nuevo, no hay de que sorprenderse, es más bien una obligación de Estado que se va, se lee el discurso bien asesorado y se vuelve uno a casa a gobernar en desigualdad. Dicen que siendo las nueve de la noche el auditorio estaba casi vacío.
Así va el mundo.
Las mujeres en África, ya lo hemos dicho otras veces, se recluyen en aldeas para mujeres o se agrupan alrededor de si mismas para protegerse.
Han sido ellas agentes importantes en la resolución de los conflictos. Lo que contó Rajoy en la ONU tiene años de trabajo detrás, no es que haya descubierto la pólvora.
Otra cosa es que esté descubierta y que de negarla, nos parezca por descubrir.
Se necesita mucho más que empeño y discursos para que la paz y la seguridad de las personas sea un éxito. Para que las chicas africanas no tengan que vendarse el torso para ocultar su feminidad.
Pero ni siquiera es necesario hablar de conflictos armados en la ONU para denunciar la inseguridad en la que viven las mujeres.
Solo tenemos que mirarnos el ombligo y ver los datos de las mujeres asesinadas por la violencia machista en nuestro país.
Dirán que no se puede comparar, pero yo creo que deberíamos rasgarnos las vestiduras y hacer algo al respecto, de una vez por todas y para todas. Algo más que cambiar para seguir igual.