Ante el hierro, hierro
Algún iluso –por no decir inconsciente- dijo que la solución a la violencia no es más violencia. ¿De verdad? ¿No se detuvo el avance del fascismo en Europa combatiendo a los nazis? ¿No se paró al Imperio Otomano en Lepanto hundiendo navíos turcos? ¿No se acabó con la segregación racial en las universidades de Estados Unidos enviando a la Guardia Nacional? Ante todo y contra todos no se puede usar la fuerza, pero hay momentos en la Historia en los que el futuro de la humanidad se ha decidido por saber aplicar a tiempo el golpe necesario. Y estamos ante uno de ellos.
Algún iluso –por no decir inconsciente- dijo que la solución a la violencia no es más violencia. ¿De verdad? ¿No se detuvo el avance del fascismo en Europa combatiendo a los nazis? ¿No se paró al Imperio Otomano en Lepanto hundiendo navíos turcos? ¿No se acabó con la segregación racial en las universidades de Estados Unidos enviando a la Guardia Nacional? Ante todo y contra todos no se puede usar la fuerza, pero hay momentos en la Historia en los que el futuro de la humanidad se ha decidido por saber aplicar a tiempo el golpe necesario. Y estamos ante uno de ellos.
Hace falta que juntos cantemos nuestra marsellesa. Que sepamos que no es lo mismo tolerancia que inconsciencia, y tengamos claro que al mal no se le combate con buenismo de 140 caracteres. No quiero bombardear Siria. No me refiero a destrozar Irak. Hablo de la guerra del S.XXI. Sea islamista o nacionalsocialista, quien empuña un arma y mata sistemáticamente comete un acto de guerra. No estamos ante un problema racial, ni cultural, ni político. Estamos ante un conflicto militar. Y ante el ataque militar, se responde con milicia. Que ya no existan trincheras ni divisiones que se dirigen a las fronteras no quiere decir que no estemos en guerra. Debemos entender que la inteligencia militar, la prevención, la investigación y el rastreo son las armas para desmantelar el mal que ya está dentro de nuestras sociedades. Hacer lo que sea necesario para defender lo que es nuestro -que costó muchos muertos construir- y que no se debe dejar destruir por inacción, miedo y cobardía. Es un discurso impopular porque preferimos pensar en unicornios que en caballos de Troya. Mirar hacia otro lado creyendo que si culpamos a políticos del pasado nosotros no seremos objetivo de los asesinos hoy. Pero están ahí fuera. Al acecho. Y tenemos que acabar con ellos.
Basta de hipocresía. Basta de querer mirar a otro lado cuando nos están masacrando ante nuestros ojos en las calles de Europa. Volvamos a ser el Occidente que fuimos, el constructor de civilización y el garante del mundo libre. Barramos las calles y acabemos con ellos. Con métodos del siglo XXI. Ya.