Conexiones
Acabo de descubrir lo que hace Greg Dunn a través de The Objective y me he quedado atrapada ahí dentro. Veo una maraña dorada de ramas y conexiones sobre un fondo metálico azulado y me pregunto si será agua, o reflejos, o un paisaje imposible de esos que aún existen en algunos rincones del planeta. Pero resulta que no hay que ir tan lejos, que ni siquiera hay que salir fuera para disfrutar de semejante visión, sino que bastaría con que le diésemos la vuelta a los ojos y dirigiéramos las pupilas hacia nuestro cerebro.
Acabo de descubrir lo que hace Greg Dunn a través de The Objective y me he quedado atrapada ahí dentro. Veo una maraña dorada de ramas y conexiones sobre un fondo metálico azulado y me pregunto si será agua, o reflejos, o un paisaje imposible de esos que aún existen en algunos rincones del planeta. Pero resulta que no hay que ir tan lejos, que ni siquiera hay que salir fuera para disfrutar de semejante visión, sino que bastaría con que le diésemos la vuelta a los ojos y dirigiéramos las pupilas hacia nuestro cerebro.
Dunn pinta este órgano por dentro. Conexiones neuronales y sistema nervioso como árboles o rayos o ríos o grietas. Como un gran lago helado. Como ramas secas que se rompen y crujen. El cerebro como un gran enigma estético cuyas formas se repiten a todas las escalas posibles. Una imagen fractal del Universo.
Para este artista y neurocientífico perplejo por lo que pasa dentro de la cabeza, el cerebro es el objeto más complicado del Universo conocido. “Es un milagro enorme, y está en el techo del por qué somos seres conscientes capaces de apreciar este mundo y toda su belleza ¿Cómo no puedo amarlo?”, afirma. Yo le diría que de la misma manera que a partir de ahora tampoco podremos no amar su representación artística, metálica y un poco cósmica de ese órgano gris-azulado que somos, en esencia, nosotros.