Venezuela, cambio de sentido
Nadie preveía tan aplastante victoria de la oposición venezolana. No obstante, era de esperar que estando Maduro, el fruto acabara cayendo. La bofetada en las urnas ha dejado sin sentido a un presidente que ya hace mucho tiempo había perdido el sentido del ridículo y hasta el sentido común. El sucesor del gorila rojo no llegó ni a chimpancé encarnado, aunque en su periplo caciquil deliró con apariciones de pajaritos y otras alucinaciones sin sentido, que condujeron a la economía venezolana a la ruina y a los disidentes a la cárcel.
Nadie preveía tan aplastante victoria de la oposición venezolana. No obstante, era de esperar que estando Maduro, el fruto acabara cayendo. La bofetada en las urnas ha dejado sin sentido a un presidente que ya hace mucho tiempo había perdido el sentido del ridículo y hasta el sentido común. El sucesor del gorila rojo no llegó ni a chimpancé encarnado, aunque en su periplo caciquil deliró con apariciones de pajaritos y otras alucinaciones sin sentido, que condujeron a la economía venezolana a la ruina y a los disidentes a la cárcel.
Sentido pésame para el chavismo, ese régimen que se dedicó a legislar desde los tribunales, a juzgar desde las leyes y a ejecutar desde el Gobierno. A los herederos del comandante que jugó a ser Bolívar sólo les queda entonar el «no podemos», desbordados por unos resultados imposibles de adulterar, como era su costumbre.
El país, que parecía encarrilado en una autopista hacia el abismo, tiene ante sí la indicación de cambio de sentido que puede salvarle del desastre. Para eso, aún deben darse varias circunstancias. Por un lado, resulta imprescindible que el sentido del deber impere entre los diferentes partidos agrupados frente al chavismo. Sólo unidos podrán avanzar. Por otro lado, que Maduro y sus secuaces asuman de verdad la derrota. No me fío. Al máximo representante de la uniformidad oficial del chándal le quedan aún cuatro años de mandato presidencial, adornado por un poder omnímodo consentido hasta la fecha por un Parlamento cómplice del atropello a la libertad.
La oposición, ahora victoriosa, precisa para este cambio de sentido aguzar los cinco sentidos: Gusto a la hora de paladear el triunfo. Vista para atisbar un horizonte esperanzador. Tacto en la misión de gobernar para todos. Oído para escuchar al pueblo. Y olfato para detectar las conspiraciones que tratarán de arrebatarles lo que el electorado les ha dado.