THE OBJECTIVE
Cristina Martin Jimenez

¡Abrid puertas y ventanas!

Hace muchos años, a mi llegada a la facultad de Periodismo, mi curiosidad se sintió impetuosamente atraída por todas las religiones, quizá, porque son de las manifestaciones más antiguas del ser humano en el planeta Tierra. Es decir, la religión trata del origen del hombre y la mujer, del sentido de su existencia y de su muerte, de su historia, su pasado y su futuro. La Torá, el Corán, la Biblia, el Bhagavad-gītā, los Puranas, los Vedas o los Cánones Budistas tratan, cada uno a su manera, de la Vida en mayúsculas. Si alguien se acerca a estos textos sin pretensiones, tan solo como lector, encontrará en los libros sagrados una ilimitada sucesión de revelaciones que han dado cuerpo a volúmenes de historia, de enseñanzas morales y éticas, relatos épicos, poesía, filosofía, tradiciones, mitos y leyendas. En el futuro, pocos fenómenos se descubrirán que no estén ya incluidos en estas obras que hasta nos hablan de extraterrestres, naves, cohetes y guerras en los cielos.

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¡Abrid puertas y ventanas!

Hace muchos años, a mi llegada a la facultad de Periodismo, mi curiosidad se sintió impetuosamente atraída por todas las religiones, quizá, porque son de las manifestaciones más antiguas del ser humano en el planeta Tierra. Es decir, la religión trata del origen del hombre y la mujer, del sentido de su existencia y de su muerte, de su historia, su pasado y su futuro. La Torá, el Corán, la Biblia, el Bhagavad-gītā, los Puranas, los Vedas o los Cánones Budistas tratan, cada uno a su manera, de la Vida en mayúsculas. Si alguien se acerca a estos textos sin pretensiones, tan solo como lector, encontrará en los libros sagrados una ilimitada sucesión de revelaciones que han dado cuerpo a volúmenes de historia, de enseñanzas morales y éticas, relatos épicos, poesía, filosofía, tradiciones, mitos y leyendas. En el futuro, pocos fenómenos se descubrirán que no estén ya incluidos en estas obras que hasta nos hablan de extraterrestres, naves, cohetes y guerras en los cielos.

Esta semana previa a Navidad, el Papa ha abierto la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro para inaugurar el Jubileo de la Misericordia un año después de anunciar que estamos en la III Guerra Mundial. Francisco sabe que la situación es muy grave, por ello el cabeza de la Iglesia recurre al Año Santo para pedir fervorosamente a los creyentes que actúen en auxilio de los millones de personas que hoy están sufriendo los zarpazos de un sistema amoral dominado en lo material por jinetes apocalípticos desbocados.

El Jubileo de la Misericordia no es solo una sólida y sonora llamada de atención a los cristianos sino que insiste en la unión espiritual con judíos y musulmanes, quienes también consideran la misericordia el primer atributo del Dios único. El combate del Papa viene de lejos. Ya en junio de 2014, invitó al entonces presidente israelí Shimon Peres y al líder palestino Mahmud Abas a rezar juntos por la Paz en los jardines del Vaticano.

La Paz constituye la mística de la vida. Y esta mística nos muestra que nada somos sin los demás. Es decir, lo que hace grande a un ser humano es la contemplación de su propia magnificencia tras descubrirse pensando en los otros. Y luego, observarse actuando para auxiliar a quien lo precisa. Abriendo el corazón en vez de acudir a los calculados números porque en eso consiste el verdadero espíritu humano de la misericordia: en abrir el corazón para que salte el amor a raudales y se desparrame por toda la Tierra. Sin barreras. Sin puertas.

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