THE OBJECTIVE
Francisco Villena

¿Adiós Maduro?

Maduro reconoció la derrota desde Miraflores pero a lo largo de esta semana hemos sabido que el Presidente podría recibir los poderes legislativos del Parlamento dejando los resultados del pasado domingo en agua de borrajas.

Opinión
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¿Adiós Maduro?

Maduro reconoció la derrota desde Miraflores pero a lo largo de esta semana hemos sabido que el Presidente podría recibir los poderes legislativos del Parlamento dejando los resultados del pasado domingo en agua de borrajas.

Gabo no inventó nada. Eso lo pude comprobar cuando viví en Caracas entre chavistas y antichavistas. Desde Bello Monte, divisoria entre unos y otros, pude estudiar el uso que se hacía de la figura de Simón Bolívar. Recuerdo pasear por un río, el Guaire, visitar El Hatillo, ir a tomarle el pulso al país en la esquina caliente de la Plaza Bolívar, vivir en un barrio de casas blindadas y guachimanes borrachos con trabucos, tener acceso a cualquier sitio y ser siembre bien recibido -pues todos, a su manera, querían contar lo que estaba pasando allí y a quién mejor que a un extranjero. No vi las famosas mariposas amarillas por ningún lado pero sí vi caceroladas, cambistas, conchas, pacos, vainas, palangristas y guarimbas.

Lo de Maduro bien sería el realismo mágico hecho política si no fuera porque él no es mago de nada. Por raro que suene Maduro está empeñado en matar al chavismo y si estamos aquí es solo porque Vladimir Padrino, ministro de Defensa, se negó a colaborar con las intenciones del Gobierno de “desconocer” la victoria de la oposición. Eso justo antes de que el Presidente haya decidido “dimitir” a todo su Gobierno. No habrá ley de amnistía pero sí podría haber otra ley habilitante.

Vayamos por partes: el actual Parlamento dejará de existir en enero. No debería sorprender a nadie que utilizaran las semanas restantes para promulgar una ley que entregue los poderes legislativos al Presidente y desactive al cuerpo recién dominado por la oposición. El nuevo Parlamento podría tratar de anular esta ley pero, en ese caso, Maduro y su partido todavía tendrían otras opciones.

El Tribunal Supremo de Justicia, máximo tribunal de Venezuela, tiene amplios poderes sobre el Parlamento y podría revertir cualquier decisión que tome la nueva mayoría opositora. Me explico: hace dos meses un tercio de los magistrados del Tribunal Supremo pidieron a la vez la jubilación anticipada. Fíjense: el máximo tribunal nunca ha contradicho a la rama ejecutiva en nueve años. Los nuevos magistrados a bien seguro no importunarán a quien les puso ahí. Si buscan un ejemplo de justicia politizada no hace falta que miren a otro lado.

¿Puede permitirse el Partido Socialista Unido de Venezuela el lujo de subvertir la democracia de este modo? Cuando Chávez asumió este tipo de medidas, gozaba de gran popularidad, el precio del petróleo estaba alto y la relación con Cuba, Argentina, Bolivia y Ecuador era fluida y fructífera. Ahora, en cambio, la aprobación de Maduro está por los suelos, el apoyo internacional ha desaparecido y los precios del petróleo están en su nivel más bajo de la década. No hay cifras oficiales sobre la inflación pero podría ser de hasta 200% el próximo año. Ni dentro ni fuera tienen apoyos.

Intentar socavar los poderes del Parlamento sería un camino peligroso para Nicolás Maduro. Todos los ojos están puestos en él y lo sabe. No solo están en juego su futuro y la supervivencia del PSUV. La concordia habría de reinar sobre todo ahora en Venezuela. Si la historia sirve de guía es probable que se sienta tentado a anular los resultados de las elecciones y apoderarse de tanto poder como pueda antes del 5 de enero.

Tal vez se haya terminado el chavismo para dejar paso al esperpento del chavismo -ya saben, lo mismo pero al cubo y por pi. A Hugo Chávez le entró la creyencería a las puertas de la muerte. No sé si la historia lo absolverá pero lo que sí es cierto es que a Leopoldo López nadie lo absolvió en casi dos años y aún sigue en prisión -como muchos otros que siguen encarcelados y tantos otros que murieron por el camino. Y ni Chávez era Castro, ni Maduro es Chávez. ¿Habrá que buscar todavía la guarimba más cercana?

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