¿Un acuerdo histórico?
Se ha llegado a un acuerdo en París. Histórico, dicen la gran mayoría de las portadas de los periódicos a estas horas. En el momento en que se anunciaba el acuerdo, se veían lágrimas, abrazos, aplausos, todos en pie y las cámaras apuntando a Al Gore, el gran trilero que asustó a una generación con el apocalipsis climático.
Se ha llegado a un acuerdo en París. Histórico, dicen la gran mayoría de las portadas de los periódicos a estas horas. En el momento en que se anunciaba el acuerdo, se veían lágrimas, abrazos, aplausos, todos en pie y las cámaras apuntando a Al Gore, el gran trilero que asustó a una generación con el apocalipsis climático.
Un acuerdo histórico, sobre todo en lo costoso del asunto. Las cifras en billones de dólares son de infarto, sobre todo con la incertidumbre de saber si llegarán a solucionar algo. La ayuda anual acordada de cien mil millones de dólares para implementar energías renovables en los países más pobres provoca palmaditas en la espalda de nuestros gobernantes del primer mundo, sin tener para nada en cuenta que en esos países pobres el cambio climático está muy abajo en la escala de prioridades de los ciudadanos, y que ese dinero se puede invertir de manera mucho más eficiente y justa, en sanidad, alojamiento, infraestructuras, alimentación o educación, por citar solo las cinco principales preocupaciones de la gran mayoría en los países menos desarrollados.
Lo que ha faltado en los acuerdos de París es simplemente pragmatismo. Los ideales de cortar las emisiones de carbono y reducir el calentamiento global son muy loables y es un deber moral el buscar un acuerdo, sin duda, pero es ridículo pensar que el santo grial energético está en las costosísimas energías renovables -eólica y solar-. Hasta que las energías verdes sean más baratas que aquellas que provienen de combustibles fósiles, no habrá solución posible, así de claro. Nuestros esfuerzos deben ir encaminados a desarrollar la tecnología que haga que las energías renovables sean viables económicamente. Decenas de científicos en todo el mundo llevan años proponiendo alternativas que pueden ser determinantes a la hora de solucionar el problema energético global. Desde el desarrollo de biocombustibles, la energía marina, reactores de onda de propagación o, incluso, los intentos de fusión nuclear, que acabaría de una vez por todas con los problemas energéticos contaminantes. Es ahí donde se debe poner las cantidades ingentes de dinero, en la investigación y desarrollo de tecnologías que nos hagan olvidar nuestra dependencia de otras energías sucias pero más baratas.