THE OBJECTIVE
Marta Parreño Gala

Un 69 en el Congreso

Una de las cosas más previsibles -y que más pena me dan- de las elecciones es que todos se las den de ganadores, incluso cuando la debacle es manifiesta, incluso cuando las expectativas han estado muy encima del resultado final, incluso cuando uno considera que ha ganado porque el otro ha perdido más. Da igual, sonrisa y palante, que en esta época uno no es lo que es sino lo que parece, y aparentar ser victorioso puede convertirlo a uno en ganador a ojos de quienes apenas ven ni escuchan ya nada.

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Un 69 en el Congreso

Una de las cosas más previsibles -y que más pena me dan- de las elecciones es que todos se las den de ganadores, incluso cuando la debacle es manifiesta, incluso cuando las expectativas han estado muy encima del resultado final, incluso cuando uno considera que ha ganado porque el otro ha perdido más. Da igual, sonrisa y palante, que en esta época uno no es lo que es sino lo que parece, y aparentar ser victorioso puede convertirlo a uno en ganador a ojos de quienes apenas ven ni escuchan ya nada.

Montaña rusa de emociones en la noche de ayer. Tristeza por tanto inmovilismo aún, enfado por una ley electoral injusta, ilusión por un cambio de gobierno, alegría por la entrada de una cifra mágica que confirma que podemos, y sobre todo, que podremos. El 69 punto G. El futuro se empieza a ver algo más claro ahora. Con menos de dos años de vida, el partido que se gestó en las plazas del 15M formará parte del Parlamento más fragmentado desde 1978. La injusticia de la ley electoral hace que los escaños le cuesten más caros que a los dos partidos grandes que ya empiezan a ser medianos, pero ahí va, paso a paso y con una marea de gente empujando tras de sí que ya no piensa frenar hasta lograr el verdadero cambio.

Atónita me deja la –previsible aunque increíble- victoria del PP. Yo no sé como de miserable hay que ser para que dejen de votarle a uno. Que este partido salga como primera fuerza en 2015 después de todo lo hecho, lo dicho, lo robado y lo mentido, casi podría dejarnos sin esperanza, pero a pesar de que el olor a rancio aún persiste, lo cierto es que este país quiere un cambio y ha votado mayoritariamente izquierda. Y eso consuela.

El olor a rancio persiste porque el partido de la corrupción y el cinismo elevados a la máxima potencia vuelve a quedar en primera posición cuando no tendría ni siquiera que aparecer en el mapa; porque no sé cuando llegará el día en podamos ver no a una sino a varias candidatAs -con A- a la presidencia del Gobierno; y porque aún no entiendo por qué mi voto vale menos que el de otros ciudadanos de este país. Pero vaya, supongo el hedor irá desapareciendo con el tiempo. Todo de golpe no que nos mareamos. El caso es que hoy se ha dado un primer paso, pero no nos durmamos que el camino aún es muy largo.

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