Podemos, pero a trompicones
Tras la noche del domingo la radio y la televisión son una especulación continua, un runrún de hipótesis enlazadas una tras otra después de que el pueblo hablara –ahí va el topicazo- y soltara por esa boquita un galimatías que los analistas no atinan a interpretar. Si España es sabia, quienes la leen reconocen su ignorancia para vislumbrar vía con salida despejada sin dejarse la piel en el camino.
Tras la noche del domingo la radio y la televisión son una especulación continua, un runrún de hipótesis enlazadas una tras otra después de que el pueblo hablara –ahí va el topicazo- y soltara por esa boquita un galimatías que los analistas no atinan a interpretar. Si España es sabia, quienes la leen reconocen su ignorancia para vislumbrar vía con salida despejada sin dejarse la piel en el camino.
Los más optimistas aducirán que no hay aprendizaje sin escaras, y los otros se lamentarán de lo trabajoso que resulta todo en este país.
He empezado a escribir resuelta a no disertar sobre política pero en realidad lo que pretendo es no aludir a esos nombres que despiertan odios y pasiones porque ya nadie duda del contenido emocional de las pasadas elecciones que, a mi juicio, no abanderan un cambio ideológico sino algo más inquietante. El divorcio agónico en el seno de esa España roji-azul, la añeja dicotomía entre derecha e izquierda, se ha visto superada por la ventolera del cambio generacional.
Una hornada de españolxs, con Erasmus y ambición, ha ido abriéndose paso entre los dinosaurios de la política dispuestos, ya no solo a tomar parte en un juego al cual es difícil acceder, sino a reventar las reglas del mismo. Las normas sociales tienden a ser carpetovetónicas y sino que nos lo cuenten a las mujeres y el techo de cristal contra el que llevamos décadas litigando; sin embargo ellos las han dinamitado auxiliados por la tele y las redes sociales. Bien, formidable. ¿Y ahora qué? Porque toda sociedad que no cuente con los jóvenes está anquilosada y no prospera, pero la que jubila el talento maduro, la sabiduría de la experiencia, se lanza cuesta abajo sin frenos.
El reto de los nuevos será encajar a los viejos en su proyecto. Ahí se medirá su éxito.