La España calvinista
Suele decir Gustavo Bueno que el calvinismo se introdujo en España en forma de bombo de la Lotería. Cada año, en vísperas de nuestra Nochebuena de sabor católico, España se hace calvinista y lo fía todo a la inescrutabilidad divina. No por casualidad son niños de San Ildefonso los que reparten premios entre los “agraciados”.
Suele decir Gustavo Bueno que el calvinismo se introdujo en España en forma de bombo de la Lotería. Cada año, en vísperas de nuestra Nochebuena de sabor católico, España se hace calvinista y lo fía todo a la inescrutabilidad divina. No por casualidad son niños de San Ildefonso los que reparten premios entre los “agraciados”.
La institucionalización de la Lotería provoca en España una situación muy característica en la que millones de ciudadanos se ven inmersos en una ilusión irracional, cuando todos saben que el premio solo puede tocar a unos pocos, y sin embargo, mantienen intacta su esperanza. Esta circunstancia actúa como un polo que atrae todas las energías de la nación hacia esta irracionalidad. La situación es bien parecida a la del calvinista que sabe que sólo unos pocos serán salvados por Dios, manteniendo no obstante sus expectativas intactas. Pero es imposible que esta ilusión se cumpla en todos los actores ilusionados (la gran mayoría se condenará), de ahí su absoluta irracionalidad.
Desde un punto de vista moral, la frustración que provoca el hecho de que el premio salga donde quiera, poniendo en ridículo a aquellos que fían sus esperanzas en su trabajo, corrompe los cimientos morales de una sociedad política, que queda desvirtuada y desviada de los cursos racionales para su propio mantenimiento y recurrencia en el tiempo.
La Lotería, en estas condiciones de regularidad temporal, es una inmoralidad que deseduca a la ciudadanía y la mantiene en un estado de perpetua esperanza vana. Sin duda, los gobernantes hábiles sabrán sacar partido de esta irracionalidad pero y de este sempiterno estado de ilusión para diferentes fines políticos.
Resulta gracioso comprobar cómo los llamados partidos de izquierdas nunca han denunciado este “opio del pueblo”, ni cómo los sectores católicos nunca han denunciado esta calvinización de la sociedad española. Acaso esperan ser todos “agraciados” por el divino bombo de la Lotería.