THE OBJECTIVE
Cristina Martin Jimenez

Satanismo en la comisaría

Mientras el terror y la muerte calaban los sensibles huesos y perforaban la vieja tierra europea, en una pequeña comisaría de Bruselas dos policías y ocho militares se entregaban a la lujuria y el placer desenfrenados. Pocas objeciones al placer, pero sí inquieta el escenario.

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Satanismo en la comisaría

Mientras el terror y la muerte calaban los sensibles huesos y perforaban la vieja tierra europea, en una pequeña comisaría de Bruselas dos policías y ocho militares se entregaban a la lujuria y el placer desenfrenados. Pocas objeciones al placer, pero sí inquieta el escenario.

Jóvenes masacrados. Alaridos autoritarios. El vuelo afilado de las balas. Los brindis con champán burbujeante por la exitosa carnicería. Risas perversas. El acero incrustándose en el alma de todo un país y, después, de un continente. Angustia, lágrimas, ataques de ansiedad. Y sangre, mucha sangre de inocentes. Más sangre y cristales rotos, ladrillos destrozados, pánico, terror. Y, al fin, el sufrimiento. Incuantificable, inconsolable. Y absurdo como todo lo que proviene de él.

Los orgiásticos estaban en alerta máxima tras los ataques de París, pero algo ocurrió. Quizás ellos desconozcan que las orgías no faltan en ningún ritual satánico, que es uno de sus ingredientes estrella. El culmen. Y qué extraño que un mes después de la sangrienta matanza la escena culmine con una orgía. Y aún más raro, protagonizada por quienes estaban encargados de cuidar, de velar, de ayudar. Que absurdo.

Ningún periódico lo publica, nadie lo cuenta. Silencio. Tema tabú. Satanás ha dejado de ser un protagonista mediático. Busquen en las hemerotecas, antes no era así. Pero el Nuevo Orden Mundial nos dice que el diablo es un mito, una idea vana. Entonces, ¿por qué miles de personas adoran a Satanás en España? ¿Por qué en Italia uno de cada diez adolescentes corre el riesgo de caer en manos de una de sus sectas? ¿Por qué en Holanda está la Iglesia de Satanás? El Papa impuso las manos en público a un endemoniado, ha vuelto a reeditarse la Biblia Satánica de Anton Szandor Lavey y han nombrado en Madrid a nuevos exorcistas porque las peticiones saturaron la diócesis. Qué extraño es todo esto. Y absurdo.

En el siglo XX matamos a Dios tras descubrir por fin que el auténtico opio del pueblo era la religión. Ahora, en este siglo, la humanidad ha tocado fondo y empieza a tener miedo. Por ello ha resurgido el interés en Satanás. ¿Quién es? ¿Metáfora o ser? ¿Qué es el mal? “¡El diablo existe y nosotros debemos combatir contra él!”, ha exclamado Francisco. Satanás campa a sus anchas por el mundo, aunque hoy muchos sacerdotes no crean en el demonio. Algo absurdo, como todo lo que proviene de él.

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