Emojis y paellas
A veces pienso que la vida sería más fácil si lleváramos encima un surtido de emojis tamaño careta y nos los colocáramos como termostato de nuestro estado de ánimo. ¿Que estoy enamorado? Venga, el emoji con los ojitos de corazones, que se entere todo el mundo. ¿Que tengo un mal día? Pues el emoji enfadado, así no se atreverán ni a preguntarme la hora y contestación malhumorada que nos ahorramos. Pero por otro lado se me antoja que cuando alguien estuviera con los ánimos por los suelos, se parapetaría detrás del emoji sonriente siguiendo la corriente histriónica de Facebook, donde cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Bien pensado, no sé si el hecho de poder llevar un catálogo de emojis en la cara nos ayudaría a manifestar nuestras emociones o más bien disimularlas según las conveniencias. Que estoy enamorado, dientes que es lo que más les jode. Que estoy como un alma en pena, pues me pongo la cara de los domingos con coloretes. Que no tengo ganas de seguir con una conversación que se alarga, pues venga besito con corazón incluido y que corra el aire.
A veces pienso que la vida sería más fácil si lleváramos encima un surtido de emojis tamaño careta y nos los colocáramos como termostato de nuestro estado de ánimo. ¿Que estoy enamorado? Venga, el emoji con los ojitos de corazones, que se entere todo el mundo. ¿Que tengo un mal día? Pues el emoji enfadado, así no se atreverán ni a preguntarme la hora y contestación malhumorada que nos ahorramos. Pero por otro lado se me antoja que cuando alguien estuviera con los ánimos por los suelos, se parapetaría detrás del emoji sonriente siguiendo la corriente histriónica de Facebook, donde cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Bien pensado, no sé si el hecho de poder llevar un catálogo de emojis en la cara nos ayudaría a manifestar nuestras emociones o más bien disimularlas según las conveniencias. Que estoy enamorado, dientes que es lo que más les jode. Que estoy como un alma en pena, pues me pongo la cara de los domingos con coloretes. Que no tengo ganas de seguir con una conversación que se alarga, pues venga besito con corazón incluido y que corra el aire.
Será por esto que entre tanto emoji que nos resuelve esta vida de emociones confusas sobre amarillo limón, tenía que estar la paella. Amarilla y redonda. La paella tiene la gracia de tener ingredientes para todos los gustos: de pescado, de carne, vegetariana y de todo un poco para los indecisos o para los avariciosos. En muchos de los casos confluyen ambas cosas, porque escoger es una tarea ardua cuando uno es avaricioso y lo quiere todo sin renunciar a nada. Pues para eso está la paella: arroz, pescado, marisco, carne, verduras, aceite, tomate. Y casi siempre sobra la suficiente cantidad como para repetir, para mayor placer de la avaricia-gula gastronómica.
Es tanta la importancia de los emojis en nuestras vidas necesitadas de muletas emocionales, que existe una Emojipedia para evitarnos el susto de usar el emoji equivocado, pues escoger es todo un arte que puede no significar lo mismo en Valencia que en Pekín. Ahora nos dice la Emojipedia que quita las gambas de la emojipaella -vaya por Dios, mi ingrediente favorito- y deja en su lugar un muslito de pollo. Les cuento un secreto: fui una de las miles de personas que apoyó con su firma la campaña #Paellaemoji, y como fan de la paella para avariciosos quiero mi gamba… Aunque sea una patita.