Porno sí, porno no
¿Conoces a alguien que consuma porno? O mejor, directamente, ¿sueles ver tú este tipo de películas? Los tíos, ya sea en solitario o con amigos, seguramente hayáis pensando que sí, alguna vez. Ellas, nosotras, ni locas… eso es una guarrada, de depravados y obsesos sexuales. Para muchos, pensar en pornografía es imaginar a un hombre y una mujer (o varios, combinados entre ellos como sea) practicando sexo como animales en celo, a saco y sin más fin que el placer sexual llevado al límite.
¿Conoces a alguien que consuma porno? O mejor, directamente, ¿sueles ver tú este tipo de películas? Los tíos, ya sea en solitario o con amigos, seguramente hayáis pensando que sí, alguna vez. Ellas, nosotras, ni locas… eso es una guarrada, de depravados y obsesos sexuales. Para muchos, pensar en pornografía es imaginar a un hombre y una mujer (o varios, combinados entre ellos como sea) practicando sexo como animales en celo, a saco y sin más fin que el placer sexual llevado al límite.
Pues mira que suena poco fino el tema, pero aún así no me parece que la industria del porno sea cosa de viciosos, ni mucho menos que, de por sí, deba derivar en actitudes agresivas contra la mujer o en un aumento de casos de violaciones sexuales. Pensemos con el cerebro que tenemos arriba, no con el de abajo: ¿no será simplemente que la libertad con la que se acceden hoy en día a estos contenidos ha crecido de cero a cien en solo unos años?
El señor senador Todd Weiler, del estado de Utah (EEUU) sí ha tenido en cuenta esta nueva puerta abierta por el mundo digital para considerar que la pornografía podría ser una “amenaza contra la salud pública”, algo así como el tabaco pero en plan obsceno. Sí creo que fue peligroso pasar del antes (revistas y cine prohibido) al ahora (el ‘todo’ que nos ofrece lo online), pero no que de ahí vaya a nacer toda una horneada de potenciales violadores, ni que todos los que lo consuman porno deban hacerse adictos a él.
¿No estamos hartos de defender que la sexualidad es algo íntimo y propio de cada uno? ¿No nos encanta decir que ser homosexual es lo más digno del mundo y que las mujeres, sí, también nos podemos masturbar? Pues ver cine porno es una forma como otra cualquiera de vivir la sexualidad, cada uno como quiera, mientras no haga daño a nadie, claro está.
¿Qué me dices de uno de los negocios cada vez más potente en España? Resulta que en Internet hay un amplio mercado donde hombres compran bragas usadas de chicas que, al parecer, andan desesperadas con esto de la crisis. Bragas usadísimas, sucias, cuánto más mejor. Ah, compresas y tampones post regla también. Esto sí me parece enfermizo, peligroso y denunciable, se mire por donde se mire, señor Weiler.