Alcazarquivir
“No basta ser cruel. Eres el último”. Así se dirigía Borges al último lobo de Inglaterra, al que imaginaba “furtivo y gris en la penumbra última”. El rey había decidido acabar con los lobos. “Mil años pasarán y un hombre viejo / te soñará en América”. Yo he visto en Europa una noticia sobre Alcazarquivir cuatrocientos treinta y ocho años después de la batalla que lleva ese nombre. Allí han decidido acabar con los perros. Hay vídeos terribles que no he querido ver, pero he imaginado. Y he visto la foto de ese perro asomado a una cornisa de Alcazarquivir.
“No basta ser cruel. Eres el último”. Así se dirigía Borges al último lobo de Inglaterra, al que imaginaba “furtivo y gris en la penumbra última”. El rey había decidido acabar con los lobos. “Mil años pasarán y un hombre viejo / te soñará en América”. Yo he visto en Europa una noticia sobre Alcazarquivir cuatrocientos treinta y ocho años después de la batalla que lleva ese nombre. Allí han decidido acabar con los perros. Hay vídeos terribles que no he querido ver, pero he imaginado. Y he visto la foto de ese perro asomado a una cornisa de Alcazarquivir.
En aquel desastre africano de 1578 murieron el rey don Sebastián de Portugal y nuestro poeta Francisco de Aldana. Murieron o desaparecieron, porque no se encontraron los cadáveres. Los sebastianistas de Portugal esperan que el rey retorne un día. En España no hay aldanistas. Creo que el sebastianista Pessoa no supo del capitán Aldana. Le hubieran interesado estos versos de su epístola a Arias Montano: “Pienso torcer de la común carrera / que sigue el vulgo y caminar derecho / jornada de mi patria verdadera”. O sobre todo: “Y porque vano error más no me asombre, / en algún alto y solitario nido / pienso enterrar mi ser, mi vida y nombre”.
Aldana había intentado convencer al rey de que se diesen la vuelta, porque sabía que iban a perder. Pero cuando se vieron frente al enemigo en Alcazarquivir fue partidario de luchar, “pareciéndole que hasta aquel punto hubo lugar de retirarse y que ya no le había”. En la batalla el rey le dijo: “Capitán, ¿por qué no tomáis montura?”. Y Aldana respondió: “Señor, ya no es tiempo sino de morir, aunque sea a pie”. Escucho las voces ahora, las imagino, como si fuesen del coloquio de los perros.