¿Por qué no te callas?
Hablar está sobrevalorado. Me explico, debe ser cosa de que pienso un poco como Gide: “con buenos sentimientos se hace siempre mala literatura”, y es que no termino de entender esta afición tan loable que tiene alguno de ustedes a esperar siempre lo mejor del otro, la palabra más bella, el gesto más grácil. Pues mira: no.
Hablar está sobrevalorado. Me explico, debe ser cosa de que pienso un poco como Gide: “con buenos sentimientos se hace siempre mala literatura”, y es que no termino de entender esta afición tan loable que tiene alguno de ustedes a esperar siempre lo mejor del otro, la palabra más bella, el gesto más grácil. Pues mira: no.
Por eso me sorprenden iniciativas como la de Turismo de Suecia: The Swedish Number. No se les ha ocurrido otra cosa a los creativos de turno que montar una línea telefónica que contestaran, de manera aleatoria, cualquiera de los cien mil (ajá, cien mil) suecos que, al otro lado del celular (qué bonita palabra: celular) hablarán contigo sobre las bondades del país escandinavo. Con lo bonita que es una fotografía de Fjällbacka con sus casitas rojas, pues no; han pensado que mejor llames a un taxista sueco para que suelte una charla, en sueco, acerca de su afición desmedida por la pizzas de Tutto Bello. Apasionante, ¿verdad?
Con lo que tenemos que aprender del silencio. El silencio del desayuno del sábado por la mañana, el silencio de la tarde cayendo sobre un viñedo de Musigny o el silencio de un bar en esa hora mágica del cierre, con nadie esperándote fuera. Escribió Chesterton que el silencio casi siempre es la respuesta más aguda. Lo es.