THE OBJECTIVE
Teresa Viejo

Juego de espejos

Estas figuras sugieren cualquier cosa, desde una excursión dominguera hasta la cola de una manifestación pacífica. Hay que arrastrar la mirada por la imagen hasta reparar en la presencia a ras del suelo de unos tejados de tela que anuncian provisionalidad. Entonces la mochila deja de ser un kit de supervivencia para convertirse en una casa a cuestas y la botella de agua es una dosis diaria de hidratación. El texto recalca lo que podría pasar inadvertido. A menudo sucede que una foto maquilla la realidad y se hace preciso recurrir a las palabras para comprender el horror que se embosca tras sus colores.

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Juego de espejos

Estas figuras sugieren cualquier cosa, desde una excursión dominguera hasta la cola de una manifestación pacífica. Hay que arrastrar la mirada por la imagen hasta reparar en la presencia a ras del suelo de unos tejados de tela que anuncian provisionalidad. Entonces la mochila deja de ser un kit de supervivencia para convertirse en una casa a cuestas y la botella de agua es una dosis diaria de hidratación. El texto recalca lo que podría pasar inadvertido. A menudo sucede que una foto maquilla la realidad y se hace preciso recurrir a las palabras para comprender el horror que se embosca tras sus colores.

¿Alguien a quien han despojado de su hogar, su trabajo, sus ahorros, su vida en suma, tiene ganas de follar? De eso habla la noticia. De la “idea” del gobierno alemán para el que, en mitad del éxodo brutal que Europa contempla como una fotografía de siluetas en movimiento, el problema más acuciante sea regular el modo en que copulan los refugiados.

Eso pretenden las autoridades mediante unos folletos más simples que las indicaciones de los baños en los aeropuertos donde se compendian normas de urbanidad encargadas de aclarar a los recién llegados –en teoría se destinan a los inmigrantes, aunque a nadie engañan que en la masa de “extranjeros desembarcados” cabe todo- cómo deben de comportarse en un país del primer mundo. Como si el veinteañero de Senegal o de Siria nunca se hubiera conectado a internet, no hubiera visto la tele, no hubiera leído un periódico o peor, procediera de una parte del planeta sin civilizar –ríete de Colón y sus buenas intenciones- donde fornicar a salto de mata y sin pedir permiso al contrario sea la costumbre.

En ese espejo de doble cara que es la realidad seguimos sin reflejarnos y ahí anida el nudo gordiano de Europa.

 

 

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