La paradoja digital
No debería sorprendernos saber que la primera transacción comercial completada en Internet tuvo la marihuana por objeto: la red combina singularmente en sus orígenes la razón estatal y el impulso libertario de la contracultura. ¡Del Pentágono a Anonymous! Sin olvidarnos del liberalismo neoclásico: los creadores de Wikipedia suelen citar entre sus principales inspiraciones un temprano artículo de Hayek sobre la ineficacia de la planificación centralizada. Y no faltan libertarios de derecha que emplean Internet para desentenderse de la tutela gubernamental.
No debería sorprendernos saber que la primera transacción comercial completada en Internet tuvo la marihuana por objeto: la red combina singularmente en sus orígenes la razón estatal y el impulso libertario de la contracultura. ¡Del Pentágono a Anonymous! Sin olvidarnos del liberalismo neoclásico: los creadores de Wikipedia suelen citar entre sus principales inspiraciones un temprano artículo de Hayek sobre la ineficacia de la planificación centralizada. Y no faltan libertarios de derecha que emplean Internet para desentenderse de la tutela gubernamental.
Nadie ha retratado mejor que Thomas Pynchon la naturaleza ambivalente de la red, primero en Inherent Vice y después en Bleeding Edge, ambientada la primera en la California de los 60 y la segunda en Nueva York durante el fatídico 2001. Tras los atentados que derribaron las Torres Gemelas, sugiere Pynchon, sobrevino la era de la literalidad y el viejo espíritu cuasi-anarquista del Internet originario terminó de desaparecer; víctima, como la ironía misma, del comprensible ataque de seriedad sufrido por la sociedad norteamericana.
Ahí está sin duda la gran paradoja de la red: en esa trayectoria que arranca en la promesa emancipatoria de la libre comunicación global y termina en los datos masivos almacenados por la Agencia de Seguridad Nacional. También Amazon y Facebook empiezan como ideas afortunadas y evolucionan hasta convertirse en monopolios que arrasan con sus competidores, mientras Bitcoin propone un universo monetario alternativo cuya creciente opacidad empieza a recordarnos a las novelas de William Gibson. Éramos unos ingenuos y ahora somos unos cínicos.
¿Tiene esta breve historia sociotecnológica algún valor como parábola? ¿Puede extraerse alguna lección moral de todo esto? Sólo se me ocurre una: que no hay, ni nunca hubo, un lugar a donde huir. Y que la historia de la cultura es, en buena medida, la historia de los paraísos artificiales que no tardan en ser colonizados por el infernal prójimo.