THE OBJECTIVE
Valentí Puig

De Stanislaw a Donald

Hillary Clinton no es Lech Walesa pero Donald Trump se parece mucho a Stanislaw Tyminski, Stan para los amigos. La inminencia de una crisis de la conciencia norteamericana no está garantizada, aunque ganase Trump. La vida pública de las naciones occidentales comienza a regirse por nuevos paradigmas, los de una nueva época, todavía sin formulación o solo parcialmente formulada. Al menos existe un mercado que no está en crisis –dice “Le Point”- y es el mercado del miedo: a la inmigración, a la globalización, a competir, miedo del terrorismo islamista, miedo al paro, miedo a grandes conflictos que son ajenos a la decisión de los individuos. Es una paradoja del evolucionismo institucional, uno de los grandes logros de las sociedades abiertas. Donald Trump ha entrado en escena avalado por el miedo, también por un anquilosamiento del partido republicano y a la vez por el frente de rechazo que genera Hillary Clinton. Llamémosle desafección a la vida pública, alfa y omega de los populismos de siempre.

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De Stanislaw a Donald

Hillary Clinton no es Lech Walesa pero Donald Trump se parece mucho a Stanislaw Tyminski, Stan para los amigos. La inminencia de una crisis de la conciencia norteamericana no está garantizada, aunque ganase Trump. La vida pública de las naciones occidentales comienza a regirse por nuevos paradigmas, los de una nueva época, todavía sin formulación o solo parcialmente formulada. Al menos existe un mercado que no está en crisis –dice “Le Point”- y es el mercado del miedo: a la inmigración, a la globalización, a competir, miedo del terrorismo islamista, miedo al paro, miedo a grandes conflictos que son ajenos a la decisión de los individuos. Es una paradoja del evolucionismo institucional, uno de los grandes logros de las sociedades abiertas. Donald Trump ha entrado en escena avalado por el miedo, también por un anquilosamiento del partido republicano y a la vez por el frente de rechazo que genera Hillary Clinton. Llamémosle desafección a la vida pública, alfa y omega de los populismos de siempre.

La irracionalidad acostumbra a tener precedentes. En las elecciones presidenciales polacas de 1990, siendo Lech Walesa claro favorito, aparece un empresario canadiense de origen polaco, Stanislaw Tyminski. En Polonia nadie le conocía pero aún así obtuvo el 23.1 por ciento de los votos. Walesa llegó al 39.96, pero al no alcanzar el 50 por ciento preceptivo, tuvo que celebrarse una segunda vuelta. Walesa ganó y Tyminski regresó a Canadá y sería de nuevo candidato en las presidenciales de 2005, como líder del Partido X. El líder de Solidarnosc había ganado pero en la primera vuelta Tyminski sobrepasó los votos de Tadeusz Mazowiecki –18.1 por ciento-, el exprimer ministro íntegro, sensato y muy respetado en toda Europa, líder del partido liberal y antes hombre de Solidarnosc.

¿Cómo pudo el bueno de Stan ganarle a Mazowiecki en la primera vuelta y forzar una segunda vuelta que ganó Walesa?   Con un marketing político que se diría predecesor de los populismos más actuales, su inspiración fue el ascenso al poder de Fujimori. Le llamaron el Fujimori polaco y prometía la prosperidad de hoy para mañana. Estaba casado con una dama peruana. Tenía pasaporte peruano y canadiense. Con contactos con la policía secreta de la Polonia comunista que nunca fueron negados, aquel “self made man” que prometía dar lecciones prácticas en tiempos de política algo fatigada, atacó por el flanco a las “camarillas políticas” –la casta- que habiendo liderado el país en la hora del postcomunismo, estaban embarrancadas en la gestión de una economía todavía lastrada por la planificación colectivista. En una sociedad cuyo pasado histórico no era ajeno a la pulsión populista, Tyminski apareció de la nada y avanzó de modo acelerado. Lo prometía todo. Podía solucionarlo todo. Obrar era mucho más fácil de cómo lo planteaban Walesa o Mazowiecki. Prácticamente iba a liberar a los polacos de toda presión fiscal. Hizo campaña con un maletín negro que –según decía- contenía documentos muy comprometedores para sus adversarios, del mismo modo que Trump ha amenazado con la cárcel a Hillary Clinton. Afirmaba tener capacidad de “telepatía espiritual”. Iba a liderar Polonia para cruzar el desierto postcomunista en dos zancadas. De nuevo, parece que le hemos cogido miedo al miedo.

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