Operación diálogo
Zizek suele negar la posibilidad del diálogo burlándose de los más ideales diálogos filosóficos; los diálogos platónicos ¡Pero si eso no es más que Sócrates soltando su rollo y otro tipo repitiendo “¡Oh, Sócrates, por el perro, cuánta razón tienes!”. Algo de razón tiene, porque la verdad es que cuesta mucho encontrar condiciones como las que ponía Scruton para que el diálogo – la búsqueda conjunta de la verdad – sea fértil por auténtico:
Zizek suele negar la posibilidad del diálogo burlándose de los más ideales diálogos filosóficos; los diálogos platónicos ¡Pero si eso no es más que Sócrates soltando su rollo y otro tipo repitiendo “¡Oh, Sócrates, por el perro, cuánta razón tienes!”. Algo de razón tiene, porque la verdad es que cuesta mucho encontrar condiciones como las que ponía Scruton para que el diálogo – la búsqueda conjunta de la verdad – sea fértil por auténtico:
- Que las dos partes sean racionales. Es decir, capaces y dispuestas a dar y aceptar razones para la acción, a reconocer la distinción entre buenas y malas razones, entre argumentos válidos y no válidos y entre justificaciones y meras excusas.
- Que las dos partes sean libres. Es decir, capaces de elegir, de perseguir intencionadamente sus objetivos, y asumir la responsabilidad del resultado.
- Que cada parte desee el consentimiento del otro y esté dispuesta a hacer concesiones para obtenerlo.
- Que cada parte sea aceptada como soberana respecto a los asuntos que afectan a su propia existencia como un agente libre de elección. Su vida, seguridad y libertad deben por lo tanto considerarse inviolables, y amenazarlas es cambiar el diálogo por la guerra.
- Que cada parte entienda y acepte obligaciones. Por ejemplo, la obligación de honrar el acuerdo.
Estas condiciones son tan raras que sospecho que sólo podrían darse entre amigos, y de los mejores. Por eso, que Soraya Sáenz de Santamaría haya empezado su “Operación diálogo” hablando con sus colegas de C’s y el PSC sólo puede sorprender a las tietes convergents y a exaltados como aquél también muy querido profesor mío, trasnochado seseintaiochista, que se exclamaba indignado porque “¡No hay diálogo en las comisarías de policia!”. Para tratar con los independentistas podrá haber operación, pero no diálogo.
Y podría haber, claro está, negociación. Una negociación que no persiguiese la verdad, ni siquiera el entendimiento, sino la simple reordenación de las relaciones de poder. Si le llaman diálogo es porque el diálogo no compremete a nada y la negociación compromete al cambio y obliga al compromiso. Por eso la negociación sólo puede darse cuando las dos partes se saben débiles y creen que tienen algo que ganar. En la situación actual, en la que el gobierno catalán cree que no puede renunciar al referéndum y el gobierno español cree que no puede permitirlo, no parecen posibles ni el diálogo sincero ni la negociación fructífera.
A pesar de eso, la debilidad de ambos parece evidente. El gobierno central se sabe débil porque sabe que un referéndum unilateral, incluso si fuese la última coletada del independentismo moribundo, pone seriamente en riesgo la integridad del Estado. O porque ni sabe en qué consiste la victoria ni qué podría perder con ella. El independentismo se sabe débil porque sabe contar y porque se ha convencido de que el sentido del referéndum es ganarlo y no simplemente celebrarlo. Una convicción extraña, cuando el referéndum sería ya un acto de soberanía. Y porque renunciar a celebrarlo por miedo a perderlo sería un exceso de prudencia que a muchos haría traidores.
Mientras tanto, mientras dure la Operación diálogo y mientras no lleguen las negociaciones, la buena noticía es que, como decía @NeinQuarterly, al menos podemos estar de acuerdo. En estar en desacuerdo. Sobre por qué luchar. Y sobre cómo perder mejor.
Esa es también la mala noticia.