THE OBJECTIVE
José Carlos Rodríguez

La verdad ácima

Donald Trump ha ganado las elecciones presidenciales, y eso exige una explicación. Es una tarea muy necesaria, y que exige un esfuerzo ímprobo, concienzudo e inteligente. Pero muchos no pueden o no quieren hacerlo, y todo su afán es encontrar el modo de mostrar que Trump no ha ganado limpiamente. Rusia es culpable, dicen. O Facebook es culpable por dar pábulo a una noticia falsa. Tender un puente entre este hecho minúsculo y el reparto entre 50 Estados de 128.824.246 votos exige tener ciertas cualidades intelectuales y morales que encajarían mejor en un episodio de Los Soprano.

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La verdad ácima

Donald Trump ha ganado las elecciones presidenciales, y eso exige una explicación. Es una tarea muy necesaria, y que exige un esfuerzo ímprobo, concienzudo e inteligente. Pero muchos no pueden o no quieren hacerlo, y todo su afán es encontrar el modo de mostrar que Trump no ha ganado limpiamente. Rusia es culpable, dicen. O Facebook es culpable por dar pábulo a una noticia falsa. Tender un puente entre este hecho minúsculo y el reparto entre 50 Estados de 128.824.246 votos exige tener ciertas cualidades intelectuales y morales que encajarían mejor en un episodio de Los Soprano.

De modo que hemos descubierto, con unos siglos de retraso, que mentir en los medios de comunicación es un problema. Bien está, si de este debate vamos a sacar algo en claro, sobre todo si ese algo es la verdad y su relato; el periodismo. Facebook es una red social en la que todo quisque comparte lo que se le antoja. Es un continente, un vehículo. La responsabilidad de echar basura y de consumirla es únicamente de sus usuarios. Pero los ojos se han puesto sobre la empresa de Zuckelberg, y ésta ha asumido, plena de satisfacción, su nuevo papel de prescriptor. Facebook asume la labor que tienen periodistas, medios de comunicación y lectores, que es la de elegir entre el grano, la paja y el estiércol.

El mal de las noticias falsas parte, no podía ser de otro modo, de que la verdad ha dejado de tener relevancia. Su lugar lo ha ocupado la ideología, y los medios han enseñado a oyentes y lectores a comulgar pan con levadura doctrinal. Muchos de ellos han llegado a identificar una noticia verdadera en la que refuerza su modo de pensar. Facebook no es la solución. Lo demuestra el hecho de que ha asumido la labor de publicar un nuevo Índice, digital. Y que para ello ha nombrado a unos censores, todos de su ideología pulcramente progresista. No es eso lo que necesitamos, sino recuperar el gusto por la verdad ácima.

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