La nieve cubrirá todas las cosas
No es lo más edificante, pero cuando a un terrorista le estalla en las manos la bomba que pensaba poner, matándolo o mutilándolo a él solo, se produce en las personas normales una alegría irreprimible. Puede que sea un sentimiento vergonzante, para quienes no somos partidarios de la pena capital: ¿nos regocijamos de esa muerte, pero no estaríamos dispuestos a aplicarla…? Por eso no termina de haber moralidad ahí. Pero sí sensación de justicia: de justicia poética. Por un momento pareciera que funcionan en favor del bien, o en contra del mal, los engranajes del mundo…
No es lo más edificante, pero cuando a un terrorista le estalla en las manos la bomba que pensaba poner, matándolo o mutilándolo a él solo, se produce en las personas normales una alegría irreprimible. Puede que sea un sentimiento vergonzante, para quienes no somos partidarios de la pena capital: ¿nos regocijamos de esa muerte, pero no estaríamos dispuestos a aplicarla…? Por eso no termina de haber moralidad ahí. Pero sí sensación de justicia: de justicia poética. Por un momento pareciera que funcionan en favor del bien, o en contra del mal, los engranajes del mundo…
Pero esos engranajes van por su cuenta, ajenos a los hombres. Y a veces producen lo más doloroso: una injusticia que, por la perfección del daño, resulta poética también. Así la muerte de los que se disponían a salvar a otros. Bomberos, policías, guardias civiles, soldados, socorristas. O vecinos, familiares, incluso desconocidos. Individuos que detectaron a otro en apuros y lo consideraron (a veces sin pensar) su prójimo: arriesgando o dando la vida por él. Ahora ha ocurrido con los seis socorristas del helicóptero en la nieve de Italia.
“La nieve cubrirá todas las cosas”, canta en italiano João Gilberto. Cubrirá también los gestos de nobleza, en este universo indiferente. Yo he asistido a un sacrificio así, justo en Bahía. En la laguna de Abaeté, cercana a Salvador, se ahogó un muchacho que intentó salvar a su hermana. Pusieron su cuerpo negro en la arena blanca. Era absurdo y desazonador, pero también insoportablemente hermoso.