¿VergÜEnza?
España es un país con una de las inmigraciones más recientes de la Unión Europea, y quizás esta sea también una de las razones por la que la manifestación Volem Acollir ha sido una iniciativa española. Esta correlación es la misma que hace que en nuestro país no exista (aún) ningún partido xenófobo con representación parlamentaria. Supongo que nadie cree que es porque somos mejores que los alemanes o los italianos…
España es un país con una de las inmigraciones más recientes de la Unión Europea, y quizás esta sea también una de las razones por la que la manifestación Volem Acollir ha sido una iniciativa española. Esta correlación es la misma que hace que en nuestro país no exista (aún) ningún partido xenófobo con representación parlamentaria. Supongo que nadie cree que es porque somos mejores que los alemanes o los italianos…
Esto no es óbice, sin embargo, para criticar la lamentable forma en que el Gobierno está abordando la crisis de los refugiados: las cuentas más optimistas hablan de 1.100 reubicados en España de los 16.000 demandantes. El humanitarismo debería ser siempre el valor supremo a la hora de acoger a personas que huyen de la guerra. Más allá de los tan mencionados criterios económicos y de seguridad, que no tienen por qué estar reñidos con la solidaridad. El gran hito de la civilización occidental es la máxima kantiana, de tratar a cada individuo como un fin en sí mismo. Los derechos humanos, en fin.
El ejemplo de España ilustra a la perfección una cuestión que ha quedado escondida en la hipocresía habitual del buenismo. Y es que si la política de inmigración dependiera de cada Estado miembro, el número de personas con derecho de asilo sería muy inferior. La fría burocracia de Bruselas es un antídoto contra los gobernantes nacionales, siempre condicionados por el populismo y el temor a perder votos.
Manifestarse para reivindicar políticas de acogida más eficaces y solidarias es una excelente demostración de madurez democrática. Utilizar, sin embargo, el argumento para atacar a la Unión Europea, y por simple similitud populista a Bruselas, que hoy en día blinda nuestras sociedades de lejanos recuerdos fascistas y nacionalistas, es una auténtica aberración. La mejora de las políticas de acogida solo puede pasar por el debate entre europeos, sin barreras nacionales, regionales o municipales.
Y aún hay muchos que anhelan recuperar la soberanía nacional.