THE OBJECTIVE
Jesús Terrés

Si no tiene libros en casa, fóllatelo también

Es curiosa, cuanto menos, la necesidad que tenemos (tantos) de justificar lo que en realidad no necesita ser justificado. Rascarte las pelotas en el sofá, follar porque sí, devorar Doritos, beber Coca Cola con 35 gramos de azúcar, ir al cine a ver la segunda parte de John Wick (exterminó a setenta y siete pavos en la primera: no debieron matar a su chucho), comerte un cuarto de libra con queso o leer cómics de grapa; culos, tetas y pollas en Tumblr o escuchar ‘Despacito’. El remix de Justin Bieber. ‘Placeres culpables’, dicen los cursis. ¿Culpables por qué? El placer es placer y jamás tiene nada que ver con la culpabilidad, tan pía. Tan gris.

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Si no tiene libros en casa, fóllatelo también

Es curiosa, cuanto menos, la necesidad que tenemos (tantos) de justificar lo que en realidad no necesita ser justificado. Rascarte las pelotas en el sofá, follar porque sí, devorar Doritos, beber Coca Cola con 35 gramos de azúcar, ir al cine a ver la segunda parte de John Wick (exterminó a setenta y siete pavos en la primera: no debieron matar a su chucho), comerte un cuarto de libra con queso o leer cómics de grapa; culos, tetas y pollas en Tumblr o escuchar ‘Despacito’. El remix de Justin Bieber. ‘Placeres culpables’, dicen los cursis. ¿Culpables por qué? El placer es placer y jamás tiene nada que ver con la culpabilidad, tan pía. Tan gris.

Con los libros y el sexo pasa un poco igual, culpa —en parte, de John Waters y aquel bonito eslogan suyo: “Si vas a casa de alguien y no tiene libros, no te lo folles”. Mentira, claro; pues anda que no habrá empotrado canis el amigo de Baltimore… pero a lo que iba: estos días se celebra la Feria del Libro, con motivo de la efeméride más necesaria y más nuestra: la de la lectura, los libros y las librerías (veintitrés de abril porque ese día fallecieron Cervantes, Shakespeare, Josep Pla o Garcilaso de la Vega)… serán días de comprar miles de novelas -¿algún regalo más bonito en el mundo?- de patear casetas al sol y pasar la mano por tantos tesoros impresos en a saber qué librería de viejo o, quizá, en algún puesto de la cuesta de Moyano, a la vera del Jardín Botánico y el Museo del Prado. “Mientras existan librerías existirá esperanza” es uno de los claims de la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros y no puedo estar más de acuerdo; quizá sea en Calders, en Central o en Futurama, en los Viveros de Valencia o en las Ramblas durante la Diada de Sant Jordi. Pero un consejo antes del adiós del negro sobre blanco: si no tiene libros, fóllatelo también.

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