Jesús Terrés

Volver

Volver

Gardel insiste en lo de que “es un soplo la vida” pero yo no sé qué está diciendo, la vida pesa un quintal y cómo volver tras este estío, si en realidad nunca te fuiste del todo. O qué. Se nos va yendo agosto y los días se acortan como aquellas velas del Zara Home, pero sin el olor a vainilla y minimalismo: qué bien huele siempre en estas tiendas.

Madurez

Madurez

Dijo Lord Beaconsfield que “la madurez es una lucha y la vejez un lamento” pero yo no puedo estar más en desacuerdo, porque al menos la mía (madurez, todavía) se dibuja más bien con los tonos de la ternura y el asentimiento. Tengo poquitas ganas de luchar.

Basta ya de remakes

Basta ya de remakes

Tras un remake casi siempre se esconde un velado chantaje. En realidad es (casi) la única razón por la el rebaño acude (acudimos) en masa a la cola de los Renoir cada jueves por la noche —como mártires en procesión, con los cirios de nuestra culpa en todo lo alto. Un paso tras otro.

Si no tiene libros en casa, fóllatelo también

Si no tiene libros en casa, fóllatelo también

Es curiosa, cuanto menos, la necesidad que tenemos (tantos) de justificar lo que en realidad no necesita ser justificado. Rascarte las pelotas en el sofá, follar porque sí, devorar Doritos, beber Coca Cola con 35 gramos de azúcar, ir al cine a ver la segunda parte de John Wick (exterminó a setenta y siete pavos en la primera: no debieron matar a su chucho), comerte un cuarto de libra con queso o leer cómics de grapa; culos, tetas y pollas en Tumblr o escuchar ‘Despacito’. El remix de Justin Bieber. ‘Placeres culpables’, dicen los cursis. ¿Culpables por qué? El placer es placer y jamás tiene nada que ver con la culpabilidad, tan pía. Tan gris.

La resistencia

La resistencia

Cierra Embassy y Madrid será un lugar (todavía) más ajeno, menos nuestro. No recuerdo mi primera vez en Castellana 12, sí la última —dos cafés, una tarta de limón y una botella de champán francés (horrible redundancia, pues el champán es francés o no es; pero a Embassy le perdonábamos hasta eso) para celebrar a saber qué tontería. Qué feliz fui allí. Porque Embassy era (es, todavía) esa clase de santuario donde el servicio no hace preguntas obvias ni juzga al parroquiano más allá del lustre de los zapatos y el “buenos días, caballero”: cómo echaremos de menos las formas cuando las formas hagan mutis por el foro y el café nos llegue al curro vía aplicación del móvil, diligente y sin alma.

Me cago en el amor

Me cago en el amor

Llega una edad (septiembre, qué quieren) en la que uno entiende y acepta dos cosas. La primera—y más importante, es cosa de Tonino Carotone y su clarividente ‘Me cago en el amor’:

Requiem for a pizza

Requiem for a pizza

Pero para chulos, nosotros. Así que subimos la ciega: os devolvemos la lista de las narices aportando nuestro granito de arena. Los diez alimentos más adictivos (y poco recomendables) del mundo, pero con nombres y apellidos.

Sangre y maricones

Sangre y maricones

El “País de la Libertad” anda meditando no ponerse tan estricto y permitir a los desviados donar sangre (sí, bueno, vale, si os ponéis así…) pero eso sí: exigiendoles mantener una escrupulosa abstinencia sexual durante un año antes de donar.

Donde manda patrón

Donde manda patrón

Me da a mí que la gracia del asunto (que la tiene, no me sean siesos) es que apela al granuja que todos tenemos dentro -por ahí dentro debe andar- porque de calzonazos ya andamos bien servidos.

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