Alsasua: dejarse llevar
El último vídeo difundido por ETB sobre las agresiones de Alsasua hace tambalear la argumentación de la acusación de que los agentes de la policía estuvieran sometidos a una brutal paliza.
El último vídeo difundido por ETB sobre las agresiones de Alsasua hace tambalear la argumentación de la acusación de que los agentes de la policía estuvieran sometidos a una brutal paliza. Tampoco parece del todo convincente que los encausados deban ser juzgados por un delito de terrorismo. No hay duda, sin embargo, de que Alsasua es una realidad impracticable para los guardias civiles. El odio que hay hacia este cuerpo, además, se promueve desde las instituciones, como ha quedado más que demostrado en diversos vídeos destapados por la prensa, donde se ve como cada año queman tricornios y monigotes de la Guardia Civil, además de hacer recreaciones de acoso y escraches contra ellos.
Es un ciclo vicioso que no cesa. Salvando las distancias, no hay una clase política lo suficientemente valiente que diga basta a los suyos como la que hubo en el Ulster. La película El Viaje, de Nick Hamm, es un ejercicio libre sobre las conversaciones entre el principal líder de la IRA, Martin McGuinness, y el líder de los protestantes, el reverendo Ian Pasley. Ambos llegan a la conclusión de que la paz solo es posible si “traicionan a los suyos”.
Hace años Tv3 pasó un documental sobre el arrepentimiento de un etarra, que quería hablar con los familiares de su víctima. Obviando la injusta equiparación moral que hacía entre víctimas y verdugos, lo que más sorprendía era cómo de fácil era entrar en ETA. Sin adscripción ideológica. Ni siquiera fruto del adoctrinamiento. Solo dejandóse llevar. Por las amistades, por el ambiente dominante. El terrorista en cuestión acabó apretando el gatillo sin saber prácticamente cómo. Y no era una pose para engañar a los espectadores. Era solo un pobre diablo arrepentido. Eso que Hannah Arendt llamó la banalidad del mal.
La neurociencia ha demostrado cómo la mayoría de decisiones se toman por la influencia del grupo de pertenencia. Este mecanismo evolutivo no es solo una evidencia más de que la mayoría de personas se comportan como rebaños, también es un éxito evolutivo para salir corriendo ante el peligro sin perder el tiempo que requieren las elecciones racionales.
Es precisamente por ello que resulta tan apremiante cambiar el relato. Si las instituciones promueven el odio, y se sigue percibiendo como normal, habrá muchos más que continuarán dejándose llevar. Sean potenciales terroristas o borrachos en un bar.