¡Libertad para Valtonyc, bitches!
He de unirme a algunas de nuestras mentes más brillantes para escandalizarme por que hayan condenado a un rapero por ejercer su libertad de expresión.
He de unirme a algunas de nuestras mentes ético-jurídicas más brillantes (Julia Otero, Fernando Berlín, Javier Aroca) para escandalizarme porque hayan condenado a un rapero solo por ejercer su libertad de expresión. ¡La libertad de expresión, especialmente artística, no debe nunca ser castigada! ¿¡Cómo podemos, a estas alturas del siglo XXI, imponer penas a alguien solo por cantar!?
Cierto es que algunas de las letras del rapero Valtonyc, conocido por su proximidad ideológica a la ultraderecha, a mí personalmente no me gustan. ¡Pero mi gusto no debe determinar quién vaya a la cárcel y quién no!
Reconozco que cuando Valtonyc se refirió a los políticos Pablo Iglesias, Irene Montero y sus futuros hijos, con expresiones como “Queremos la muerte para esos cerdos” y “Llegaremos a la nuez de vuestros cuellos, cabrones con patas, encontrándonos en el chalet de La Navata”, aquello me disgustó. Soy consciente del mal trago que será dentro de unos años para los hijos de Montero e Iglesias, Iglesias y Montero (tanto monta), verse en una discoteca rodeados de jovenzuelos que cantan a coro cómo les rebanarán cada arteria, brindemos con champán, camarero, qué bonita es la libertad de expresión. Soy consciente. Siento toda la empatía del mundo por las posibles molestias que ello acaso ocasione en unos inocentes mellizos; pero todos sabemos que el lenguaje del rap es “extremo, provocador, alegórico y simbólico”, como ya alegó Valtonyc en su juicio. Basta con que la familia Iglesias Montero, con que todos nosotros, aprendamos a tomárnoslo así para que, aun si ves a un grupete chillar en tu cara que ansían reventarte las costillas, captes que se trata solo de un recurso artístico. Como Rubens cuando exageraba la redondez de las formas femeninas. O como Góngora cuando acumulaba metonimias. ¡Aprendamos a entender el arte, caray!
Los mejores artistas de la historia han sido unos incomprendidos, y me temo que a Valtonyc le está ocurriendo igual. Sobre todo en las canciones que dedicó a las mujeres maltratadas. Cuando les compuso aquello de “Que tengan miedo, joder, que tengan miedo. Que tengan miedo como una violada en un portal de Pamplona”, es cierto que la cosa nos puede chocar por fuertecilla. Pero ¿qué sería del rap, si no le dejásemos provocar? ¿Acaso no escandalizaban artistazos como Salvador Dalí o Marcel Duchamp? Si al primero se le consintió pasear con un oso hormiguero por París, ¿acaso no puede Valtonyc, por su parte, cantar que “una buena hostia en la cara de tu mujer está justificada, o siempre queda esperar a que la viole alguna Manada”? A mí personalmente me repugnan todas estas expresiones y jamás las emitiría, pero ¿quién soy yo, que no sé nada de arte, para juzgar?
Solo un Estado represor como España puede dedicarse a perseguir ya incluso melodías. Y debería avergonzarnos como país que nuestro rapero haya tenido que escapar a Arabia Saudí, donde no se castiga en absoluto enaltecer la violencia contra las mujeres. Allá sí le dejarán entonar aquello de “Dicen que pronto soltarán a un violador, se rumorea que toda socialista merece un empotrador”. Qué gran humillación internacional será para España que los saudíes no persigan esa libertad que nosotros, aquí, nos empeñamos en castigar.
Sí, Valtonyc incitó a poner bombas en todas las sedes de Izquierda Unida. Sí, animó a asesinar a Alberto Garzón en una cámara de gas. Y, sí, pidió que a todos los jóvenes de izquierdas les metieran una bala dedicada en la cabeza tras hacerles volar por los aires. ¡Pero lo hizo cantando!
Es hora ya de adaptar nuestro Código Penal a los nuevos tiempos. Tiempos en que todos podamos emitir amenazas similares a esas, todos incitemos libremente a ejercer cualquier clase de violencia, a todos se nos permita injuriar a unos u otros conciudadanos. Sin duda ello nos convertirá en una sociedad más progresista, más tolerante. Una sociedad, en suma, mejor. No entiendo que haya mentes tan cerradas que no sean capaces de captarlo; resulta hasta en cierto modo comprensible que Valtonyc se vea obligado a pedir que les abran la cabeza a todos ellos.