Regreso al pasado
La película de Robert Zemeckis Regreso al futuro partía de una fantasía comprensible: todos queremos saber cómo eran nuestros padres antes de nosotros, incluso estaríamos dispuestos a viajar al pasado siempre y cuando tuviéramos la vuelta al presente asegurada.
La película de Robert Zemeckis Regreso al futuro partía de una fantasía comprensible: todos queremos saber cómo eran nuestros padres antes de nosotros, incluso estaríamos dispuestos a viajar al pasado siempre y cuando tuviéramos la vuelta al presente asegurada. La victoria de Pablo Casado en las primarias del Partido Popular se ha basado en parte en promesas de vuelta al pasado. Ha ganado a Soraya Sáenz de Santamaría, heredera del marianismo, que representaba el gobierno responsable y el institucionalismo, con un discurso que apelaba a las emociones y a recuperar los valores y la ideología del PP. Casado buscaba la confrontación y la campaña ha sido dura y tensa. Algunas de sus declaraciones, como la amenaza de salir del espacio Schengen como respuesta a la resolución del tribunal alemán o el deseo de ilegalizar a los partidos nacionalistas, han resultado cuando menos sorprendentes. Para Andrea Levy, uno de sus apoyos, el acierto de Casado ha estado en la conexión emocional. “Hemos vivido demasiado tiempo arrinconados por lo políticamente correcto”, decía la diputada catalana, según ha recogido El País. Pero también dentro del propio partido hay voces que alertan contra el endurecimiento de la postura del que es ya el nuevo presidente del PP: “busca tensar el Partido Popular para conseguir la victoria interna y posteriormente tensar España también para conseguir la victoria. Esto es un gran peligro”, decía en ese mismo texto un alto cargo del PP.
Pablo Casado se ha presentado como un defensor de los valores conservadores sin complejos. Dijo que él representaba a la España que madruga y que quería defender la familia. Como suele suceder a veces, sacan a relucir los valores, lo que hacen es erigirse como representantes únicos de la ejemplaridad moral (la suya) que pretenden imponer a los demás. Cuando Pablo Casado habla de familia piensa en un único modelo, el modelo tradicional católico y deja fuera a todos los demás. Cuando habla de valores y de volver a los consensos sociales de los años 80, habla de volver a la ley de supuestos del aborto. Es probable, como muchas voces sostienen, que haya mucho de retórica y de discurso inflado hacia la derecha para ganar en las primarias y que luego moderará su postura. Pero eso no significa que no haya que prestar atención. El PP ha tenido una mayoría absoluta después de que se aprobaran las leyes que molestan a Casado (la ley de plazos del aborto, sobre todo) y no las tocaron: la contestación al intento de Gallardón de modificar la ley de plazos le costó el cargo y la respuesta no fue solo social, también dentro de su partido. Volver a los consensos de los 80, como propone Casado, es, además de un atraso en materia de derechos y libertades, una falacia: no había ningún consenso porque no había habido una discusión. Puede que la dureza sin complejos de Casado sea solo una pose que se dirige más a los convencidos, pero eso no quiere decir que podamos ignorarla.