THE OBJECTIVE
Jordi Bernal

Éste es el nivel

Tengo por vicio pincharme por las mañanas las inenarrables tertulias de RAC1. Me gusta que el día no me pille con la guardia baja ni sin una carcajada a flor de labios. Sin ir más lejos, la señora Pilar Rahola esta mañana ha afirmado sin despeinarse la permanente que El acorazado Potemkin le parecía un insufrible coñazo. Sin empacho y desatada, ha recordado que la vio en sus años de estudiante con rebaba intelectual en el desaparecido y añorado cine Capsa, y que además tuvo que tragársela en ruso.

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Éste es el nivel

Tengo por vicio pincharme por las mañanas las inenarrables tertulias de RAC1. Me gusta que el día no me pille con la guardia baja ni sin una carcajada a flor de labios. Sin ir más lejos, la señora Pilar Rahola esta mañana ha afirmado sin despeinarse la permanente que El acorazado Potemkin le parecía un insufrible coñazo. Sin empacho y desatada, ha recordado que la vio en sus años de estudiante con rebaba intelectual en el desaparecido y añorado cine Capsa, y que además tuvo que tragársela en ruso. Un fastidio del que todavía no ha podido reponerse. Bueno, éste es el nivel en la cosmopolita y culta Cataluña. No hace falta ser una cobaya de filmoteca para saber que el prodigio de técnica propagandística cinematográfica del no por cínico menos talentoso Serguéi Eisenstein es uno de los clásicos del cine mudo.

La semana se ha estrenado, pues, con un pie firme en la templada baldosa. Ayer la líder de la oposición (a punto de empalmar facturación de maletas destino Madrid) en un parlamento en fiesta perpetua organizaba un happening tabarnario y tabernario a las puertas de la casa de un fugado de la justicia española. Parece ser que el delirio se contamina aunque esperemos que, en este caso, el viaje no corra directamente a cargo del contribuyente.

Pero para papelones los de Torra, ese pasante de ridiculeces, y la insuperable Ada Colau, alcaldesa a su manera, que han exhibido su carencia de prestancia en la inauguración de uno de los pocos eventos rentables que le queda a la ciudad después de una tenaz labor de desprestigio del que costará años recuperarse. Una mujer que no entiende de protocolos necesarios y educados sólo puede traer mal rollo institucional. Un presidente autonómico que se cree que cada acto público al que se le invita es el escenario idóneo para librar sus cómicas batallas de miquelet con chirucas y ratafía alcanza la categoría de troll institucionalizado.

Como le dice El Nota a su sanchopanzesco escudero Walter Sobchak en El Gran Lebowski: “Lo acabas convirtiendo todo en una puta farsa”.

Éste es el nivel ahora mismo (y desde hace demasiados años) en Cataluña.

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