Pero ¿qué es eso del Foro de Profesores?
Lo peor era que las calumnias contra España habían contado con un aliado insospechado: el propio Gobierno de nuestra nación.
Jamás olvidaremos el octubre de 2017[contexto id=»381726″]. Parecía que unos cuantos nos iban a arrebatar la democracia y que nuestros políticos vacilaban en detenerlos. Cierto que al final el discurso del rey, la huida de empresas desde Cataluña y las manifestaciones constitucionalistas lograron pararlos. Pero para aquellos de nosotros con amigos en el extranjero una punzada de insatisfacción permanecería.
Hoy sabemos que durante años la Generalidad de Cataluña se había obstinado, con el dinero de todos sus ciudadanos, en una campaña de maledicencia contra el resto de los españoles. Xenofobia a golpe de talonario. Solo las universidades británicas, por citar un ejemplo recientemente desvelado, habían sido regadas con más de medio millón de euros. Y durante aquel otoño muchos comprobamos los frutos de sembrar tanta insidia: buena parte de la opinión pública de otros países, incluso de nuestros socios europeos, vacilaba a la hora de condenar el golpe secesionista. Sí, lo de Puigdemont estaba mal, pero ¿no éramos también el resto de los españoles un tanto antidemocráticos? ¿No oprimíamos desde hacía siglos a los inermes catalanes? ¿No estábamos obsesionados con extinguir su idioma y arrasar su cultura? ¿No vivía aún Franco entre nosotros, paseando por nuestras playas y calles, como un jubilado cualquiera más?
Lo peor era que las calumnias contra España habían contado con un aliado insospechado: el propio Gobierno de nuestra nación. Cómplice por omisión. Basta hacerse una pregunta para mostrarlo: ¿qué hizo el Estado, con sus inmensos recursos económicos, con su extensa red de embajadas, con miles de funcionarios a sueldo, para contrarrestar el discurso del odio separatista que se propagaba por todo el mundo? Las iniciativas de este tipo se cuentan con los dedos de la mano. La mano de un manco. Aún recuerdo cuando un amigo catalán, no secesionista, habitante de un lejano país asiático, abrumado por la cantidad de propaganda antiespañola que promovía la Generalidad por aquellos pagos, propuso a nuestro embajador allí organizar unas jornadas para explicar España. La respuesta fue que la embajada “no se metía en política”. Ahora que los españoles nos hemos hecho más intolerantes con la corrupción, algún día habrá que poner la lupa sobre nuestros diplomáticos, una de las profesiones más endogámicas y, por tanto, corruptas de esa Corte de los Milagros que pueblan concejales de urbanismo y contratistas de ventaja. Pero esa es otra historia que merece ser contada en otra ocasión.
La que ahora estoy contando comienza en medio del escenario recién descrito, cuando aquel otoño recibí la carta de un desconocido. Su nombre era Alfonso Valero, y trabajaba como docente en la Universidad Trent de Nottingham. Me contaba que acababa de fundar un Foro de profesores universitarios interesados en ejercer, de modo altruista, la labor que nadie más estaba haciendo: combatir las mentiras del separatismo en los medios de comunicación, en las universidades, en los cenáculos intelectuales alrededor de todo el mundo. “De momento somos solo 33 miembros”, me confesaba, “pero ya estamos repartidos por España, Sudáfrica, EEUU, Australia, Suiza y Reino Unido”. Me adherí al instante.
Han pasado 18 meses desde entonces. Los 33 miembros iniciales nos acercamos ya a los 250; de media hemos lanzado algo más de una campaña al mes. Hemos escrito a las universidades que organizaban debates sobre Cataluña en que, curiosamente, solo figuraban separatistas; hemos corregido a las facultades que recibían a golpistas fugados cual campeones de los derechos humanos; hemos apoyado a todos aquellos que hoy sufren violencia en los campus catalanes por no acatar el relato antiespañol. No se ha tratado solo de palabras que se llevaría el viento: hemos logrado que toda una London School of Economics modificara sus planes iniciales de hablar sobre Cataluña únicamente con secesionistas, forzándola a aceptar un debate más plural. Y es que las palabras nunca son solo palabras en los ambientes intelectuales: hacía falta, eso sí, que alguien se atreviera a pronunciarlas.
La labor de Alfonso Valero, aquel desconocido para mí entonces, hoy un buen amigo, ha sido en estas lides crucial. Residente actualmente en Australia, a menudo me pregunto si es más admirable su labor al combatir incansable el nacionalismo o al saber lidiar con los egos de doscientos cincuenta profesores a la vez. Recordemos que quienes damos clase en la universidad somos ese tipo de gente que, cuando un policía se nos acerca y dice que tiene que hacernos un par de preguntas, le pasamos expeditos nuestros horarios de tutoría arguyendo que solo las respondemos allí.
Hoy jueves y mañana viernes, 25 y 26 de abril, nos reunimos por primera vez los miembros del Foro para compartir en un congreso ideas, experiencias, proyectos. Será en la Facultad de Derecho de Valladolid. Hablaremos de cómo contar mejor la historia de España; de qué imagen de nuestro país prima en el extranjero; argumentaremos en torno al bilingüismo y sobre si la izquierda responde a su esencia cuando coquetea con o directamente apoya el separatismo. Analizaremos jurídicamente las posibilidades que tiene una secesión hoy día; cómo calificar la insurgencia que vivimos aquel octubre de 2017; qué consecuencias económicas tiene todo este batiburrillo. Debatiremos sobre los populismos y su empeño en fabricarse (en fabricarnos) enemigos.
Discutiremos mucho porque venimos de formas de pensar y disciplinas muy distintas. Pero justo ese será nuestro principal mensaje: que las diferencias no tienen por qué conducir a la ruptura; que el que piensa de otra forma no tiene por ello que ser excluido. Y es que, de algún modo, avanzaremos por las aulas y pasillos de la universidad vallisoletana lo que queremos para toda España, pues es lo que quiso nuestra Constitución: un ámbito en que se acepta la voz de todos sin que nadie se sienta con derecho a acallar a nadie. En medio de una campaña electoral en que varios partidos se las han visto y deseado para hablar en según qué sitios, por culpa de una violencia cada vez más desatada, nuestro congreso es ya, por su mera celebración, una condena a parejas amenazas contra nuestra libertad. Están todos ustedes invitados a él.