THE OBJECTIVE
Joseba Louzao

Es algo personal

«El peso del liderazgo dentro de los cuatro partidos se ha acrecentado de tal forma que, como señalaba el viejo dicho siciliano, nunca se hacen favores, se acumulan deudas»

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Es algo personal

Quien quiera aprender algo sobre la labor política en nuestro tiempo debería leer Fuego y cenizas. Éxito y fracaso en política (Taurus), las memorias de la fallida aventura electoral del reconocido pensador canadiense Michel Ignatieff. Entre lo que dice y lo que se guarda, cualquiera puede comprender la naturaleza misma del ejercicio público. Ignatieff cree que una de las primeras lecciones que debe aprender el novato en estas lides es que, tarde o temprano, las embestidas llegarán. Y no serán algo personal. Todas las palabras que se pronuncian son una oportunidad para que los adversarios ataquen: “Debes aprender lo que hace tiempo saben los que llevan ahí toda la vida, con el conocimiento que dan los años de experiencia: nunca es algo personal, son los negocios”. De eso trata, en el fondo, el combate político de nuestro día a día.

Parece que los líderes políticos españoles no lo entienden así. Ya conocíamos el odio visceral que existe entre Sánchez y Rivera, y ahora estamos asistiendo a la repetición de una historia de poder truncado con Sánchez e Iglesias. Está claro que es algo personal, donde importa más el quién que el qué. La crisis del sistema a la que asistimos está marcada por el desarrollo de unas complejas relaciones multipartidistas y por el patente personalismo de nuestra vida política. Ese personalismo ya era un fenómeno prexistente, pero se ha agudizado en los últimos años. El peso del liderazgo dentro de los cuatro partidos se ha acrecentado de tal forma que, como señalaba el viejo dicho siciliano, nunca se hacen favores, se acumulan deudas. Y estos compromisos adquiridos deben ser pagados con fidelidad, sin demasiada autocrítica. Al menos, de puertas hacia fuera. Solamente tenemos que leer las crónicas de estas semanas para recoger una gavilla de testimonios palmarios con Sánchez, Casado, Rivera o Iglesias como protagonistas. Prietas las filas y delante el líder.

Es algo personal, y también personalista. Tanto es así que estamos ante un presidente en funciones que procede como si ejerciera de jefe de un estado presidencialista. Quizá alguien debería recordarle que, según nuestra Constitución, somos un régimen parlamentario. Las exigencias personalistas alientan dinámicas bonapartistas porque los líderes se terminan creyendo las mentiras que se cuentan sobre sí mismos. De hecho, Sánchez se ha creído hasta su propio manual de resistencia. La cultura política española está transformándose. Ya nos dirán esos cegados cortesanos que animan el personalismo de nuestros políticos, cómo serán capaces de cuadrar el círculo de la tentación presidencialista dentro de un sistema parlamentario. Ya les adelanto que estos experimentos de aprendiz de brujo nunca salen bien.

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