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Políticos sin red

Jordi Bernal escribe sobre la última polémica de Bolsonaro: «Creo firmemente que los políticos deberían tener prohibido cualquier contacto con las redes sociales»

Opinión

Reuters

  • Badalona, 1976. Licenciado en Periodismo y Filología Hispánica. Ha trabajado en radio, medios escritos y agencias de comunicación. Ejerció la crítica cinematográfica en la revista especializada Dirigido Por durante más de una década y ha participado en varios volúmenes colectivos sobre cine. Ha publicado en El Mundo, La Vanguardia, Letras Libres, Revista de Libros, Factual, entre otros medios. Es autor de los libros Amores cinéfagos (Jot Down Books, 2023) y Viajando con ciutadans (Editorial Tentadero 2007/Editorial Triacastela 2015).

Creo firmemente que los políticos deberían tener prohibido cualquier contacto con las redes sociales. De hecho debería figurar en sus contratos sociales que, mientras se mantengan en activo en la gestión pública, sus roces con el mundo internauta estén circunscritos a una estricta necesidad funcional. El recreo de las redes, qué duda cabe, enturbia cualquier buena obra y ofusca el entendimiento. Como última muestra tenemos al presidente brasileño y su salida de tono a costa de la mujer del presidente francés. Nos podríamos haber ahorrado el bochorno si tamaño cavernícola fuera por la vida con un Nokia antediluviano. Seríamos más felices.

Evidentemente éramos más felices antaño. Siempre se es más feliz en los antaños, pero, en este caso concreto, éramos menos estúpidos cuando este tipo de comentarios no salían de la barra del bar. No se trata ya de que las redes sociales las cargue el diablo, sino que un político con un móvil de última generación puede llegar a ser un peligro público de primer orden. Desconocemos las ventajas de soltar ocurrencias sin pausa para el óptimo funcionamiento de un país. Otra cosa es que la exposición constante se haya convertido en una pesada campaña electoral sin interrupción, ya que parece que vivamos en un mundo en el que las declaraciones sean la base de la política.

Cuando la era analógica, los políticos guardaban su ímpetu literario para las memorias de retiro fuera del mundanal ruido. El ajuste de cuentas con la Historia, aquella que todavía se podía escribir en mayúscula antes de su fin. Ahora, sin embargo, la verborrea desborda los discursos y los responsables de la gestión de los intereses públicos se han convertido en los primeros bocachanclas de los corrales digitales. Curioso que demanden todos los privilegios de su clase y, al mismo tiempo, quieran disfrutar de las evacuaciones pesadas de los mindundis con avatar. Lo dicho: que vuelvan esos políticos bien pagados y con teléfono de mesa.