THE OBJECTIVE
Jordi Amat

Vidrio de esperanza

«Verdes, rojos, amarillos y un azul radiante a través del cual, como la vieja promesa de futuro, atraviesa la luz de la esperanza»

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Vidrio de esperanza

Situémonos a mediados del siglo XVI. Todo parece indicar que el retablo de Corpus Christi fue tallado por el ebanista Antoni Coll, luego lo pintó Perris de la Rocha y al fin lo decoró Nicolau Mates. Una vez la obra estuvo terminada, llegaría la hora de colocarla. El lugar escogido fue en una de las capillas de la Catedral de Girona, la de Sant Francesc y Sant Martí. Los encargados de montar el retablo debían sujetarlo en la pared. Tuvieron que tomar algunas decisiones. Las labores de instalación les obligaron a tapiar una ventana, por ejemplo, pero no eliminaron los plafones de la ventana aunque sí agujerearon el vitral. No había otra. Su obligación era encastar los soportes de madera porque el objetivo prioritario no era patrimonial sino sujetar el retablo que respondía a las palpitaciones del tiempo. Trabajo terminado. El cambio tapa el pasado.

Pero entre la pared de la capilla y el nuevo retablo quedó un espacio oculto, olvidado, cerrado por una portezuela que hasta hace pocos meses parece que nadie volvió a abrir. Hasta que en octubre los técnicos empezaron la restauración de aquel retablo, como informó puntualmente la prensa local. El primer paso, según se explicó entonces, era estudiar el estado del retablo, luego se limpiaría la madera y al fin se adecentarían también las ennegrecidas paredes de la capilla. Esa era la fase inicial, previa a los trabajos de restauración efectivos. Y entonces, como en un cuento de fantasía, se abrió la portezuela y, entre el polvo y la oscuridad, se descubrió escondida la eternidad de la luz que necesitaba de la técnica de los hombres para que resucitase su esplendor.

Era algo recubierto de polvo, completamente oscurecido y nadie sabía de su existencia porque nadie lo había contemplado desde hacía solo medio mileno. La restauradora Anna Santolaria, que en su día dedicó su tesina a estudiar la mesa donde el hasta ahora maestro vidriero más antiguo conocido en la Catedral cortó, pintó y emplomó sus vidrieras, empezó el trabajo. Era una vidriera en muy buen estado de conservación. Esta semana ha dado a conocer los primeros resultados de su estudio. La pieza estuvo compuesta por diez plafones. Los de la parte central pueden ser que se pintasen a finales del siglo XIV. Los de la parte superior e inferior por estilo y cromatismo no pueden ser la misma época. Los de la parte central de un gótico internacional de gran calidad artística, representan a los santos titulares de la capilla y han sido datados de finales del siglo XIV. En algún momento de la historia se debieron reciclar vidrieras mucho más antiguas, conservadas probablemente de la antigua Catedral románica tal vez. El antiguo ciclo de la Vida de Cristo se recortó y adaptó al arco apuntado de la capilla. Los especialistas apuntan que estos seis plafones serían de la primera mitad del siglo XIII. 

El descubrimiento, si se confirmasen las primeras impresiones, sería importante. No solo porque las pinturas sean figurativas, cosa que ya es excepcional, sino porque además desvelarían un eslabón perdido en el proceso de construcción de la catedral gerundense. Los plafones representan la vida completa de Jesús. En la parte superior está la crucifixión. En la parte inferior, cuando todo empieza, el nacimiento. María y el niño. El buey y la mula. Verdes, rojos, amarillos y un azul radiante a través del cual, como la vieja promesa de futuro, atraviesa la luz de la esperanza.

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