La ponderación

El mensaje navideño del Rey ha tocado todos los palos. Partiendo de la enumeración de los grandes retos presentes (“no vivimos tiempos fáciles”) ha centrado el discurso en España. A diferencia de otras veces, ha citado explícitamente Cataluña para resaltar la unión en la diversidad y, sobre todo, la preocupación por el deterioro de la confianza en las instituciones. Podría decirse que estos discursos siempre son de aliño, menos para convencer que para alegrar el gallinero tuitero y el tiempo de espera antes de sentarse a la mesa y darlo todo en la cena de Nochebuena. En cualquier caso, la ponderación del Rey siempre se agradece. En unos momentos de populismo desatado y nacionalismo peligrosísimo, la vindicación de unos valores constitucionales son bienvenidos. Agua de mayo.

Cuando uno escucha a Felipe VI piensa que sería un buen candidato a presidir la III República de España, el régimen más democrático al que podríamos aspirar. Pero más allá del deseo, la realidad es que el monarca aporta ponderación y sentido común, tranquilidad y confianza en unos momentos dubitativos y llenos de zozobra. Tal vez sea interesado por mi parte afirmar que ha soltado alguna colleja a los nacionalistas desatados de Vox cuando ha subrayado los peligrosos de la autocomplacencia patriotera y el desatender los peligros que comporta una visión idílica del pasado.

Poco más del momento actual. Queda por saber lo que vendrá con el nuevo año. Si por fin tendremos gobierno y cuál será su evolución. Pero de eso el Rey nada tenía que decir. Aunque su sola presencia sea cuando menos reconfortante.