Que coman pasteles
«Para frenar las consecuencias del cambio climático hacen falta políticas globales orientadas, sobre todo, a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero»
En realidad, María Antonieta, la reina adolescente, nunca dijo esa frase que se le atribuye como respuesta cuando le decían que el pueblo pasaba hambre: “Que coman pasteles”. La frase era la prueba de lo alejada que estaba la monarquía de sus súbditos, demostraba lo grande que era y lo lejos que estaba del pueblo la burbuja en la que vivía la reina. También era una frivolidad que justificaba que le cortaran la cabeza.
Tampoco la vicepresidenta de Transición Ecológica y Reto Demográfico, Teresa Ribera, dijo que nos pensáramos mejor lo de viajar en avión cuando anunció un posible impuesto para algunos vuelos —los que cubran recorridos para los que haya trenes—. Pero con respecto al cambio climático[contexto id=»381816″] y las alternativas para disminuirlo sucede algo que en parte también está en la frase atribuida a María Antonieta: se responsabiliza a los ciudadanos de las emisiones, viajan demasiado, comen demasiada carne, etc. ¡No saben que hay pasteles! Pero en realidad el radio de acción individual es bastante limitado y, en muchos casos, tiene que haber intervenciones desde los gobiernos locales o estatal hasta para estos. Un ejemplo: el reciclaje. Si no hay contenedores es muy difícil que el ciudadano lo haga. También es muy limitado el impacto de esas acciones individuales, más allá de una pequeña satisfacción un poco narcisista —aquí una que está a punto de atreverse a hacer jabón con el aceite reciclado de cocinar, va al mercado con bolsas de rafia, separa la basura, siempre usa el transporte público y hasta ha comprado bolsas de basura compostables para el orgánico—.
Daniel Pelletier y Maximilian Probst identifican la generalización de la responsabilidad sobre el cambio climático como uno de los errores que cometen los medios al tratar el asunto. En su texto “Los siete pecados capitales del periodismo”, en español en el número de enero de Letras Libres, escriben: “Esta generalización es fatal. Se convierte en una teoría de culpa colectiva que oscurece la responsabilidad y las alternativas. Hace que perdamos de vista quién alimenta de verdad el cambio climático, quién se aprovecha de él y quién diluye y retrasa las políticas ambientales. Y también oculta a aquellos que, por otro lado, exigen acción climática y desarrollan las medidas y estrategias necesarias. Finalmente, pierde de vista el centro de la sociedad: por qué aparta la mirada y permanece apática, apoyando en efecto a aquellos cuyos intereses en los combustibles fósiles impulsan el cambio climático”.
Así que sí, intentemos hacer lo que esté en nuestra mano, pero para frenar las consecuencias del cambio climático hacen falta políticas globales orientadas, sobre todo, a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a escala mundial. Todo lo demás son pasteles.