Brexit, una novela en marcha
El refranero español afirma que quien la sigue la consigue; es el caso del Brexit
La cabezonería nunca ha estado bien considerada, a pesar de lo fructífera que a veces resulta. No en vano, el refranero español afirma que quien la sigue la consigue evitando entrar a valorar lo estimable o no de los medios utilizados en pos del fin de turno. Hay ocasiones y profesiones en las que una conducta reiterativa puede traer consigo grandes éxitos; es entonces cuando la cabezonería parece convertirse en la noble virtud de la perseverancia.
Ian McEwan es un escritor cabezón o, mejor dicho, perseverante. Alumbrar una idea literaria ingeniosa puede estar en principio al alcance de muchos, pero lo más habitual es que, al decidirse a llevarla a cabo, el proyecto se abandone a las pocas páginas. No es fácil estar a la altura de la idea original con que acometimos la empresa, y aquí es donde McEwan muestra aquella maestría que solo los grandes autores alcanzan, convirtiendo lo que con gran esfuerzo podría llegar a ser un buen relato breve en una digna novela (relativamente breve, eso sí). Y no es la primera vez. La premisa de Cáscara de nuez (Anagrama, 2017) era tan inverosímil que parecía imposible mantenerla con vida más allá del primer párrafo: el narrador de la historia, un nasciturus dotado de una gran capacidad sensorial y una cultura ejemplar deudora de los podcasts de la BBC que escucha su madre, descubre la existencia de un complot de asesinato. Este, de prosperar, pondría en peligro su propia existencia poco antes de nacer. McEwan no solo conseguía que en la segunda página el imposible narrador ya tuviera toda la credibilidad posible, sino que la mantenía hasta el final.
Pues bien, en La cucaracha (Anagrama, 2020) repite la osadía y le vuelve a salir bien. Aquí la premisa inicial del todo inverosímil no es propia (en realidad, es prestada y archiconocida), pero la vuelta de tuerca sí es del mejor McEwan, el que brilla tanto en sus grandes obras como Expiación o La playa de Chesil como en las consideradas menores.
Aunque no se mencione en ningún momento, estamos ante una de las primeras novelas del Brexit [contexto id=»381725″], subgénero que ya cuenta con obras notables de Jonathan Coe y Ali Smith. La realidad presente del Reino Unido es tan increíble que se hace necesario un punto de partida igualmente increíble. Tiene algo de gallardo, además, arrancar con la metamorfosis más frecuentada de la historia, con permiso de Ovidio. Esta vez se trata de una cucaracha que despierta convertida en primer ministro, de apellido Sams para más pistas. En vez de abandonar la Unión Europea, la decisión política inexplicable en la novela es la inversión del flujo económico, de manera que las personas pagan por trabajar y reciben dinero al comprar. Los políticos defensores de esta teoría económica enarbolan proclamas populistas y promesas imposibles de pleno empleo y un futuro mejor garantizado para toda la ciudadanía. Apelando a ambiciones personales que hacen pasar por colectivas, capitanean una huída hacia delante que tratan de legitimar con un referéndum que ganaron únicamente por mayoría simple. También dimite el primer ministro que lo convoca, hay desencuentros internacionales, se miente a sabiendas de la repercusión que este nuevo sistema tendrá en las exportaciones y las importaciones, y un peculiar presidente de Estados Unidos presta su apoyo a golpe de tweet…
Es oportuno vincular la salida del Reino Unido de la Unión Europea con el imaginario kafkiano. Como indicaba acertadamente Cristina Casabón, el Brexit recuerda de manera irremediable a las obras de El castillo y El proceso, donde Kafka describía el carácter absurdo de los procesos burocráticos. Es fácil compartir el estupor de buena parte de la sociedad británica frente a algo que parecía que no podía suceder. Sin embargo, contemplado en retrospectiva, el improbable Brexit no lo era tanto, pues las fuerzas que lo orquestan –entre las que se cuentan las más bajas pasiones– son tan viejas como el mundo.
Como escribe en su nuevo libro The Man in the Red Coat Julian Barnes, compañero de generación de McEwan, el período de paz y optimismo que conocemos como Belle Époque («el tiempo de paz entre la catastrófica derrota francesa de 1870-71 y la catastrófica victoria francesa de 1914-18») fue, ahora lo sabemos, un tiempo en que abundaron la xenofobia, la paranoia conspiracionista y las fake news. Algunos acontecimientos solo se revelan tal cual son con la debida distancia: por eso pasado un tiempo comenzamos a entenderlos. Cuando esto no es posible –cuando despertamos, el Brexit seguía ahí–, bueno es el tamiz de la ficción.