Vox, espejito
«El comunicado de Vox, como el partido mismo, es el espejo al que acuden todos a verse más guapos pero que sólo refleja sus propias vergüenzas»
A estas alturas, creo que los de Vox[contexto id=»381728″] son los únicos que han pedido perdón. Por la cuenta que les trae. No son más culpables que los otros, pero quizás lo paguen más caro. Porque tenían este 8M una oportunidad de esas que ahora llaman históricas para denunciar la obcecación feminista, el uso político, partidista, irresponsable, que se hace de la violencia de género y, sobre todo, para presumir de su soledad en este tema. Una soledad que no es siempre serena y responsable, pero que podría haberlo sido este 8M. Porque tenían las razones de siempre para no ir a las manifestaciones. Pero tenían, además, la razón del estadista que pretenden ser y falta, la razón del político serio y responsable, a la que muchos pueden ser sensibles estos días, que es la de la salud pública. La de anteponer el interés común al sectarismo partidista e ideológico. Ahí es nada, pero al menos por un día podrían haber sido el único partido responsable de este país.
Todos los otros partidos se plegaron como cada año a la presunta voluntad popular y acataron y tragaron con las servidumbres del día por no incomodar. Por no dejar atrás a las mujeres y sus votos. Incluso los otros partidos de la derecha, que tragan con más o menos muecas pero tragan con causas más que dudosas y lemas contrarios a la razón y al ideario, convencidos que no ganan nada quedándose en casa. Pocas veces parecerán estas convicciones y estas derechas tan cobardes y pocas veces estará tan claro que esta cobardía tiene un precio, y no sólo electoral. Pero tampoco el domingo estaban en eso, sino en Vistalegre. Abrazando a los suyos y presumiendo como los otros de haber vencido al virus. Por eso se reían ayer de Ortega Smith, caído por España. Pero no deberían. No sólo por caridad cristiana. Ni siquiera por un mínimo de vergüenza torera. Sino porque el comunicado de Vox, como el partido mismo, es el espejo al que acuden todos a verse más guapos pero que sólo refleja sus propias vergüenzas.