Unplugged Revolution
«Lo primero que se descubre es que ya no hay ricos ni pobres, ya no hay ni derechas ni izquierdas. Hay gente plugged y gente unplugged»
Quien esto firma era corresponsal del diario Abc en Nueva York cuando estalló la crisis económica primero de las hipotecas subprime, luego de Wall Street, más tarde de todo el sistema financiero americano y por último de la economía mundial. Era como lo de ahora pero sin mascarillas. Encima pilló en la recta final del último mandato de George W. Bush y con Barack Obama ya con un pie en la Casa Blanca. Estaba todo el mundo atónito y despistadísimo. Y el que no lo estaba se cuidaba mucho de sacar del despiste a los demás.
Siempre he desconfiado del conocimiento especializado renuente a dar explicaciones, de los expertos que para serlo dependen de que lo que dicen no lo entienda nadie. La jerga de los economistas tiene a menudo algo de código cifrado nazi. La de veces que como periodista “política” me he tenido que enfrentar a los “económicos” para informar seriamente pongamos sobre un proyecto de presupuestos: los “económicos” erre que erre que lo suyo era “pura técnica”, la cuadratura celestial del círculo de los números. Y yo desgañitándome: “¿Pero de verdad eres o pretendes ser tan burro como para no darte cuenta de que estos números cuadran en el papel pero no en la vida real?”. Véase por ejemplo el último e infame presupuesto de la Generalitat de Catalunya. No sólo no se aprietan ni mínimamente el cinturón para luchar contra el coronavirus (Quim Torra acaba de subirse el sueldo…) sino que la partida de Salud, atención, es un 17 por ciento inferior a la de 2010, cuando Artur Manostijeras empezó a recortar como un demente. Y hasta aquí.
Volviendo a 2008 y a los americanos, recuerdo perfectamente cuando todo el mundo empezó a repetir como un loro que era perentorio aprobar un masivo plan de rescate del sistema financiero, una macroredada (con dinero público) de activos bancarios tóxicos. De lo contrario, te machacaban a todas horas y en todo lugar, la crisis de la economía de mentira arrastraría a la economía de verdad. Se secarían todos los grifos del crédito y tendría que cerrar y ahorcarse con la cadena el último y más inocente tendero de Illinois (o ya puestos, de L’Hospitalet de Llobregat), el que menos culpa tenía de que en Wall Street lobo sí muerda a lobo.
El mantra era tan universal y machacón que nos daba angustia hasta a los que no teníamos tienda ni dinero en ningún banco. En el Capitolio se peleaba a cara de perro a favor y en contra del rescate, aunque hay que decir que los que estaban en contra eran cada vez menos, con los vagones en círculo, y al frente de los que estaban a favor se había puesto el mismísimo Obama. En serio, había republicanos que no querían pero él quería más que nadie. Si no llega a ser por él, Bush júnior no saca adelante el rescate ni de coña.
En la siguiente viñeta se ve a un Obama ya presidente cogiendo el Falcon de ellos, que se llama Air Force One, para plantarse en Nueva York, concretamente en Wall Street, y echar una airada bronca a los rescatados por no prestar dinero ni a su madre. Como es natural los bancos se habían pulido la pasta del contribuyente en enjugar sus morosidades y otros vicios y de dar crédito, nanay. El timo fue de los que hacen historia…en Estados Unidos, en España y en buena parte de la Unión Europea.
Lo más grande es que de verdad nadie lo viera venir. Yo que no soy ni economista recuerdo haberlo comentado con el director del que era entonces mi periódico, con Bieito Rubido: “Algo me dice que todo esto es, sino mentira, una gran cortina de humo; que no es verdad que rescatar a los bancos sea la única manera de mantener a flote la economía real; que incluso puede ser todo lo contrario”. Unos meses más tarde publicamos en Abc la única entrevista concedida por Eliot Spitzer, exfiscal general de Nueva York, después de su dimisión, forzada al haber sido pillado yendo de putas. ¿Han visto la serie The good wife? Pues estaba inspirada en su caso. Con un único pero poderoso matiz: al fiscal putero de la serie le pillaban porque le pillaban, a Eliot Spitzer le cazaron porque mucho antes del crack de 2008 él ya era el látigo de Wall Street, ya advertía de aquella terrible mala praxis financiera y de lo que podía llegar a pasar…
Sólo Dios sabe lo que me costó conseguir aquella entrevista. Spitzer se sentía espantosamente avergonzado y humillado. Cuando por fin logré romper su resistencia nos ganamos el uno el respeto de la otra porque él descubrió que de lo último que me interesaba hablar a mí era de su bragueta desdichada, y yo descubrí en él a una de las cabezas mejor amuebladas, más valientes y lúcidas que he tenido la suerte de entrevistar jamás. Spitzer me confirmó mi intuición sobre la inmensa mentira de la salida en falso de la crisis. Lo hizo sin aspavientos ni demagogias ni jerga de falso experto, lo hizo yendo al grano de frente y con admirable sencillez: “Si se tiraba toda esa ingente cantidad de dinero público al mar de los tiburones financieros, no se podía tirar sin condiciones, y esas condiciones había que fijarlas antes del rescate, no reclamarlas en vano después”. Parece de Perogrullo, ¿no? ¿Que cuando Obama fuera a toro pasado a abroncar a los banqueros le cantarían el Santa Rita, Rita, Rita? Y él que era tan listo, ¿cómo ni lo pensó? Respuesta de Spitzer, digna de ser grabada con pan de oro en mármol: “Es imposible cuestionar al sector financiero mientras todos los líderes del mundo estén asesorados por representantes del paradigma de que el sector financiero es inviolable”. Poco después descubrí que Goldman Sachs, el mayor banco de negocios de Estados Unidos, era el primer donante de absolutamente todos los candidatos presidenciales, sin distinción de color ni de partido, y también el proveedor de casi todos los secretarios del Tesoro y autoridades económicas relevantes de las dos décadas anteriores. Y seguro que subsiguientes.
En resumen: cada vez que hay una crisis de caballo que pone al descubierto las miserias del sistema, sea que los bancos han armado bombas de relojería financieras, sea que los gobiernos se han gastado el dinero de nuestra Sanidad en otras “prioridades”, lo más importante es conseguir que el pueblo/votante/contribuyente ni queriendo logre sumar dos y dos. Que no ate cabos ni loco. No vaya a ser que nos dé por pedir cuentas y responsabilidades y, sobre todo, sobre todo, que nos dé por negarnos de plano a comernos el marrón. Su marrón.
Ya no se trata de si hay más o menos falsos test del coronavirus[contexto id=»460724″]. Por Dios bendito: ¿cómo no van a estar falseados? Si desde el principio se nos confinó para evitar que fuésemos en masa a los hospitales y los colapsásemos, no importa lo enfermos que de verdad estemos o lleguemos a estar, lo único importante aquí es evitar el hundimiento a ojos vista de las UCI, y de los centros de atención primaria, y que estallen los botiquines hechos pedazos, y que te puedas morir de un corte en la pierna porque no hay nadie que pueda evitar que se te gangrene como si estuvieras en la Edad Media. ¿Se creen que el triaje lo han inventado ahora? ¿No se dan cuenta de que hace tiempo que se practica en cualquier servicio de urgencias cualquier sábado por la noche un poco movidito, con los médicos desgañitándose y derrengándose en vano, porque no hay más sordo que el que no quiere oír, ni más ciego que el que no quiere ver?
No han/hemos querido ver que vivíamos en una Sanidad pública universal pero insuficiente y precaria. Y ahora por las mismas no quieren/queremos ver que nuestra economía es otro espejismo. ¿Se imaginan que de verdad se pudiera hacer un test eficaz a todo el mundo, y que el que diera positivo simplemente no pudiese salir ni a pasear al niño ni a comprar productos esenciales ni a trabajar? ¿Qué creen que pasaría? Ni renta mínima universal ni ayudas a los autónomos ni puñetas, es todo un timo como el de Obama y los banqueros. Tan en las últimas tienes que estar para que te llegue alguna ayuda que cuando te llega, ya para qué…
Pero una vez más eso no es igual para todos. En este máster acelerado de desigualdades Mark . Gente enchufada y gente no ya dejada de la mano de Dios, sino obligada a sacarse el hígado y el de sus hijos por la boca para que las inmensas colmenas de enchufados no zozobren ni peligren. Jubilados, funcionarios, empleados públicos no tienen nada que temer dentro de lo que cabe. Empresarios pequeños y medianos, autónomos, falsos autónomos y gente que directamente trabaja y cobra en negro no por vocación ni elección, sino porque otra cosa no hay…¿a qué esperan para fusilarnos al amanecer? Acabaríamos antes.
La nueva línea de batalla, el nuevo diente de sierra, insisto, ya no es ideológico en un sentido estricto ni es entre ricos y pobres en un sentido clásico. La nueva brecha, honda y espantosa como el Cañón del Colorado, es entre aquellos que tienen capacidad de presión para que la Administración les inyecte dinero fresco y directo en vena y los que esa capacidad de presión no la tienen. Colectivos enteros serán, están siendo abandonados a su suerte por un Estado que es un Leviatán a la hora de recaudar y un salmonete a la hora de emplear y distribuir seriamente los recursos. Priorizando su supervivencia clientelar a su responsabilidad de gobierno.
Y ya rizando el rizo, ya retorciendo la tuerca hasta extremos de Henry James, me pregunto cuántos de esos millones salpicados sobre los medios de comunicación irán a pagar más y mejor a sus sufridos profesionales, y cuántos de esos millones avalados y espolvoreados sobre el “sector cultural” irán de verdad a los trabajadores serios de la cultura, en vez de quedarse por el camino engrasando amiguetismos y chiringuitos varios.
Y ya para acabar, no sé qué es peor, si no darse cuenta de lo que pasa en nuestras narices, o dársela. Porque si nos damos cuenta, ¿qué tendríamos que hacer? ¿Cómo deberíamos actuar? Ahí lo dejo. Mejor me pongo una peli para rebajar la tensión. Estoy dudando entre Tarde de perros de Sidney Lumet y Psicosis de Hitchcock. ¿Votos a favor?