De Inglaterra y los diarios
«El primer tomo del diario de Ignacio Peyró y también va camino de convertirse en uno de los fenómenos editoriales de la temporada, ya que nunca un diario había sido recibido como lo ha sido éste»
Si alguien duda del valor de los diarios íntimos, se le puede argumentar que Samuel Pepys, el más extenso de todos los diaristas, escribió en el suyo sobre la peste del siglo XVII y el incendio de Londres. Lo hizo del mismo modo que narró sus visitas al Almirantazgo, al Parlamento o a los prostíbulos, la vida cotidiana con su mujer o su afición por la espineta. Y no me extiendo porque no habría espacio para nada más: sus dieciocho tomos confirman lo que digo. No sé si Pepys podría ser elevado a la categoría de patrón de los diaristas (yo creo que sí), pero lo que es cierto es que el género tiene en la lengua inglesa su casa más fructífera y en la francesa sus episodios más atrevidos, las más finas apostillas literarias y un descaro erótico que marca el género diarístico casi tanto como el epistolar. Pero tanto por una cosa como por otra sorprende un poco que la reciente publicación del diario de Sasha Swire, mujer de un exdiputado conservador, en el que los comentarios indiscretos de la autora se tiñen a veces de sexualidad, se haya convertido en ‘el fenómeno editorial de la temporada’. Las crónicas aseguran que su diario tiene todos los componentes para serlo y quizá los ingleses hayan considerado las notas de Swire como un documento donde mejor se refleja la vida interior del poder (con denominación de origen) en estos tiempos sin Shakespeare que valga.
Casi al mismo tiempo se ha publicado en España el primer tomo del diario de Ignacio Peyró y también va camino de convertirse en uno de los fenómenos editoriales de la temporada, ya que nunca un diario había sido recibido como lo ha sido éste. Ya sentarás cabeza: cuando fuimos periodistas, abarca el período que va de 2006 a 2011, pero en realidad su tiempo se extiende más allá de estas fechas. Y lo hace de parecido modo a como ocurre en El quadern gris, de Pla, posiblemente su modelo más influyente. Como en el libro del escritor catalán hay en el diario de Peyró una presentación del personaje a través de su formación y una minuciosa declaración de principios a través de sus gustos, aficiones e ideas. O sea que viaja desde la Bildungsroman a la madurez escrituraria, que no es más que un reflejo de la madurez vital, aunque a veces vaya por delante de ésta. El feliz resultado se proyecta en el hecho de que una vez empiezas la lectura de Ya sentarás cabeza, no quieres soltarlo.
Ignacio Peyró se presentó en el mundo de la literatura con un diccionario de refinada y vasta anglofilia que alcanzaba el millar de páginas: Pompa y circunstancia. Una obra insólita en nuestro país, donde las anglofilias suelen ser destiladas -pienso en Moratín, en Camba o en Cernuda: desde luego hay más pero no muchas- y no contundentes. No tanto como lo es Pompa y circunstancia, libro de una cultura de ramificaciones apabullantes. En cuanto a los diarios en general, Peyró, al escribir el suyo, sí se ha encontrado con una tradición -si puede llamársele así- ya instaurada por mi generación y así lo reconoce en el prólogo de su libro. Hablo de instauración porque en España, un malentendido sentido del pudor había apartado el género hacia el terreno del desprecio: como si su trato fuera un modo de exhibicionismo o de narcisismo y nada más. Aunque algo puedan tener los diarios de ambos rasgos, son mucho más y Ya sentarás cabeza vuelve a demostrarlo. La vida en el campo y su renovación de la memoria de la infancia cada vez que se regresa a él; las lecturas donde uno se reconoce y reconoce el mundo donde quiere vivir; el merodeo y el adentrarse por los territorios de la vida; los amores adolescentes y de primera juventud; las admiraciones de su autor; Madrid, siempre Madrid; los viajes; los modos del buen comer y beber; la política; los aforismos y sentencias; la amistad y sus desengaños; el vitalismo peyronita, tan energético como incombustible; la Historia y la microhistoria al convertirse en teatro de la primera; las crónicas parlamentarias y el periodismo español y capitalino hecho, visto y enjuiciado desde dentro… Todo esto está en el primer volumen de los diarios de Peyró y si el lector quiere más, también está, no lo dude. La vocación de totalidad se respira desde las primeras páginas y nunca lo abandona a uno.
Ya sentarás cabeza acaba cuando Peyró entra a trabajar en La Moncloa como speechwriter presidencial y no es difícil pensar que su próximo tomo -más Pepys que Swire, imagino- reflejará esa época de su vida, tan cercana al poder político y sus aledaños. Después llegará, no me cabe duda, un tercero donde se narrarán sus andanzas en Inglaterra desde su plaza en la dirección del Cervantes londinense. Este volumen será, estoy seguro, el más completo y complejo espejo de nuestro hombre en Londres, perfecto complemento del millar de páginas de Pompa y circunstancia y donde es más que probable que se relate, entre tantas cosas felices, el escándalo motivado por el diario de Sasha Swire. Que tiemble Pepys.