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Enrique García-Máiquez

Lo que usted mande

«Yo creo en la libertad de pensamiento, pero no en el libertinaje, si me permiten usar esta deliciosa expresión ‘vintage’»

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Lo que usted mande

Chema Moya | EFE

El pacto del Gobierno con Bildu no logra escandalizarme. Es repulsivo, desde luego, pero lo veíamos venir desde hace mucho, con la moción a Rajoy, la investidura, los acuerdos navarros y todo el «no pero sí» que se han traído hasta ahora. Por eso, me choca un tanto ver a tanta gente tan soliviantada de la noche a la mañana. Aunque, al menos, hacen bien, porque nunca es tarde si la desdicha es justa.

Me pasman lo mismo, pero peor, los que de golpe y porrazo se ponen a aleccionarnos, con voz melosa y cargados de razón, de que pactar con Bildu es lo más razonable del mundo y lo mejor que se le podía haber ocurrido a Pedro Sánchez: una garantía de normalidad democrática fuera de lo normal. Me pasman porque no les oí criticar a Sánchez cuando afirmaba, ufano, hasta cinco veces, qué digo cinco, ¡hasta veinte veces!, que jamás pactaría con Bildu. Que era lo mismo que nosotros decimos ahora pero Sánchez, naturalmente, lo hacía con más énfasis.

¿Entonces no valían las razones tan mesuradas que ahora nos explican con paciente pedagogía en todas las televisiones y las radios? Cuando la señora Calvo exclamaba que los socialistas son gente decente que no pactaría nunca con Bildu porque esa era una línea roja que etc. y tal y cual, ¿tampoco tenían a mano los argumentos que ahora no dejan de propinarnos? No tienen la excusa de que del tema no se hablase y que por eso no conocíamos su opinión, qué va. Se hablaba, y hasta veinte veces (Sánchez dixit), pero ellos estaban a lo que mandaba el señorito entonces, que era reiteradamente otra cosa.

Yo creo en la libertad de pensamiento, pero no en el libertinaje, si me permiten usar esta deliciosa expresión vintage. O sea, que me parece bien que alguien defienda, si lo cree, el papel que en la gobernanza [sic] puede jugar Bildu, aunque yo no lo comparta. Pero podemos discutirlo. Con el que me cuesta muchísimo más trabajo discutir es con el que hoy defiende una cosa, mañana la contraria y pasado mañana ya veremos qué dice Sánchez o Iván Redondo y avala Ábalos sobre si hubo pacto o fue una alucinación colectiva. Es algo así como tratar de atrapar con un Proteo progresista que cambia continuamente de forma y de estado líquido, gaseoso y sólido sólo contra los mismos. Fernández Vara también cambia continuamente de forma y estado, pero él, cuando se jubile, ya será otra cosa y nos vamos a enterar de lo que es firmeza.

Me contaron de una famosa reunión de negocios de bodegueros de mi tierra en la que uno de los directivos implicados, a cada oferta de las otras partes, decía: «Eso tengo que consultarlo con los dueños… Eso otro, a ver qué me dicen». Entonces, un viejo directivo de otra compañía se levantó de la mesa y dijo: «Mira, ya concertaremos otra reunión a la que espero que vengan los dueños. Yo con correveydiles no discuto». Y yo, en vista de la pereza descomunal que me dan estos argumentos dictados por la última ocurrencia del líder, debo de estar haciéndome también muy viejo.

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