La izquierda más allá de lo trans
«Descartado el giro material, la izquierda española seguirá construyendo su identidad ideológica a través de la defensa de causas cada vez más minoritarias»
El gobierno del PSOE y Unidas Podemos llevará este mes al Congreso su borrador de la ley trans. Sobre la necesidad de una legislación al respecto y sobre los fallos del anteproyecto ha escrito la sexóloga Loola Pérez. Más allá de sus implicaciones políticas y morales (que son muchas, igual que las objeciones incluso dentro del gobierno), la ley inaugura en cierto modo un fin de ciclo para la izquierda, incluso una especie de callejón sin salida.
En las últimas cuatro o cinco décadas, la izquierda ha desplazado sus intereses desde la clase a otras identidades (especialmente género y raza, no tanto nación). Es un fenómeno descrito innumerables veces en los últimos años. La izquierda se ha profesionalizado, se ha vuelto urbana, formada y en cierto modo victoriana: cree que las reformas sociales más importantes son morales. En ese proceso ha perdido a la clase trabajadora, que ha identificado una superioridad moral y arrogancia en las élites progresistas.
Si asumimos una concepción (de manera superficial) whig de la historia, a un avance político le tiene que seguir necesariamente otro. En cuestiones materiales, esto es algo fácil de medir. Aumenta el PIB, la esperanza de vida, se reduce la pobreza, se amplían las protecciones sociales. En cuestiones morales, sin embargo, es más complicado. Tras reformas como la legalización del aborto, del matrimonio homosexual, de los derechos LGBT y, ahora, los derechos trans, ¿qué causas morales le quedan a la izquierda? Es obvio que estas reformas no se defienden solas ni son autoexplicativas. Y que habrá reacciones y vueltas atrás. Pero, en general, casi todas las causas morales en las que se ha involucrado la izquierda han ganado un apoyo relativamente estable: hoy es impensable en España un retroceso en la ley del aborto o en la del matrimonio homosexual. La ley trans, a pesar de que es polémica, beneficiará a un porcentaje bajísimo de españoles. Es probable que por su pequeño efecto en la ciudadanía pase relativamente desapercibida.
A la izquierda posmaterialista, en definitiva, se le acaban las causas culturales o morales. En países como EEUU o Reino Unido, la cuestión racial seguirá jugando un papel esencial en la conformación ideológica de la izquierda. Pero en países como España, el debate de la raza es inexistente, y cuando existe suele ser una importación perezosa del mundo anglosajón.
La política no es exclusivamente la concatenación de causas nuevas que promover, pero en general el progresismo la ha asumido así desde hace unas décadas. ¿Qué le queda ahora? Puede reorganizarse y centrarse más en cuestiones materiales: las desigualdades (de renta, geográficas), la concentración de riqueza, la precariedad, la defensa de un ecologismo entendido como algo más que una virtud moral individual (o un ecologismo que vaya más allá del dominio del capitalismo woke). En España, sin embargo, esta opción está casi descartada. El PSOE es un partido bien integrado en el capitalismo de amiguetes y en la captura de rentas. Y la institucionalización de Podemos ha matado al partido.
Descartado el giro material, la izquierda española seguirá construyendo su identidad ideológica a través de la defensa de causas cada vez más minoritarias, especialmente sexuales o de género (la asexualidad, la intersexualidad), la política de identidad con el nacionalismo, la moralización de causas materiales (como el ecologismo) o simplemente la conservación de sus logros culturales (con el riesgo de volverse conservadora y de perder el impulso de las “causas nuevas”). Pero esto no te garantiza el poder. La mejor estrategia de conservación del poder es sobre todo post-ideológica. Es la estrategia sanchista del poder por el poder, la resignación y el populismo institucional.