Junqueras contra el optimismo
«Los discursos de Sànchez y Junqueras son motivo de sobra para seguir preocupados y para seguir desconfiando»
Hay que dudar siempre de los optimistas. Si, como finge creer la derecha, los indultos fuesen tan claramente la tumba del sanchismo, no habría indultos. Los políticos solo son estadistas por interés o por accidente y ya decía sir Humphrey Appleby que para evitar que un político haga algo sólo hay que decirle que es una decisión muy valiente. Cuando se lo dicen ellos, es que es una decisión conveniente, necesaria o, incluso, inevitable. Si, en cambio, y como fingen los terceristas, los indultos fuesen la oportunidad para sanar las heridas, recuperar la normalidad política y poner fin al procés[contexto id=»381726″], Oriol Junqueras, Jordi Sànchez y compañía estarían todavía pidiendo que se los metan por donde les quepan.
Y la carta de Junqueras y las declaraciones de Sànchez diciendo que el 1-O no era para hacer la independencia están, claro, en otra cosa. Ni tratan de pedir perdón como les exige la derecha española ni tratan de dar explicaciones como deberían exigirles sus votantes. Tratan, simplemente, de dar excusas. Los discursitos tienen que servir para lo que han servido, que es para que los socialistas finjan que se han rendido y los suyos finjan que no. Y se vayan acostumbrando los unos a los indultos y los otros a la inactividad independentista. El juego del gobierno independentista ya no consiste en derrotar a España, si es que alguna vez consistió en eso. Consiste en mantener secuestrada la fidelidad de sus votantes haciendo inútil e imposible el surgimiento de cualquier alternativa coherente o razonable, independentista o realista, desde dentro de su espacio electoral.
Los hay optimistas que esperan que el indulto libere al fiel votante independentista del chantaje moral al que le someten sus líderes encarcelados (encarcelados, además, en gran parte por su culpa) y que empiecen, poco a poco, somos gente de seny, a criticarlos, fiscalizarlos y sustituirlos por algo, si no mejor, al menos más moderadito. Están de enhorabuena y más que lo estarán, porque lograrán el efecto, aunque no por su cuidado. El votante será igual de acrítico y el discurso de los líderes igual de vacío, igual de independentista pero, como a la fuerza ahorcan, un poco más socialista y un poco más autonomista. Y mantendrá en este estado de razonable descontento tanto a los partidarios de las soluciones como a quienes se conformarían con convivir con el problema.
Para quienes se oponen a los indultos no son necesarias ni tantas contorsiones ni tantes exquisiteces ni tantas sutilidades en la lectura entre líneas. Los discursos de Sànchez y Junqueras son motivo de sobra para seguir preocupados y para seguir desconfiando, pero poco a poco habrá que dejar de escandalizarse cada día por lo obvio. Los indultos son un negociado político y los independentistas no pueden renunciar a nada más cuando ya han renunciado frente a los suyos a lo único a lo que no podían renunciar, que es la vía unilateral. Será tontería que renuncien a lo ilegal y será lamentable que lo hagan porque han perdido. Bien. Pero es que renunciar a lo legal sería convertir al gobierno en secuestrador y al Estado en tiranía.
Abandonemos pues toda esperanza, que podríamos estar mucho peor.