MyTO

Una mesa sin diálogo

«La cosa pinta a un paripé que tiene como objetivo seguir mareando la perdiz y asegurar la legislatura de Sánchez»

Opinión

Quique García | EFE

  • Badalona, 1976. Licenciado en Periodismo y Filología Hispánica. Ha trabajado en radio, medios escritos y agencias de comunicación. Ejerció la crítica cinematográfica en la revista especializada Dirigido Por durante más de una década y ha participado en varios volúmenes colectivos sobre cine. Ha publicado en El Mundo, La Vanguardia, Letras Libres, Revista de Libros, Factual, entre otros medios. Es autor de los libros Amores cinéfagos (Jot Down Books, 2023) y Viajando con ciutadans (Editorial Tentadero 2007/Editorial Triacastela 2015).

La llamada mesa de diálogo de Cataluña empieza con falta de patas. Así de pronto, el movimiento secesionista[contexto id=»381726″] estaba en las últimas antes de que el aliento del presidente Sánchez les diera alas para volver a las andadas. Sin embargo, los últimos movimientos demuestran que la desunión en el bando independentista es más que evidente. Cabe, en cualquier caso, la pregunta: ¿alguien se cree realmente la llamada mesa de diálogo?

Tanto el Gobierno como la Generalitat ya han dicho que la cosa va para largo, que, de momento y hasta nuevo aviso, los planteamientos iniciales están en las antípodas. No hay fechas fijas, no hay una agenda bien trazada; así que la cosa pinta a un paripé que tiene como objetivo seguir mareando la perdiz y asegurar la legislatura de Sánchez.

En cualquier caso, la mesa ha demostrado también una división en el Gobierno catalán que muy probablemente le impida una legislatura estable. Estamos, pues, en un momento en el que se han juntado el hambre con las ganas de comer. Dos gobiernos de coalición que se miran de reojo y en ningún caso parecen destinados a encontrar una solución al mal llamado «problema catalán». Pues si atendemos a problemas, no hay más que el creado por una parte que no llega a representar a la mitad de los catalanes y que pretende imponer por enésima vez sus, por otra parte, legítimos anhelos secesionistas.

En definitiva, una mesa sin patas que sirve además de cortina de humo de demasiadas cuentas pendientes que van acumulando ambos gobiernos. Tanto el central como el autonómico. Por no hablar de una bilateralidad muy cuestionable teniendo en cuenta sobre todo la carencia de lealtad que han demostrado en los últimos años los partidos independentistas catalanes. Pero, en fin, siempre es mejor inventarse problemas que resolver los que de verdad importan.