Un problema llamado Puigdemont
«Puigdemont no deja de ser un prófugo de la justicia española. Por muy mal que las cosas pueden haberse hecho»
Bien le iban las cosas a Sánchez con su mesilla de diálogo cuando a los italianos les ha dado por arrestar a Puigdemont. Antes de nada aclaremos que, a diferencia de lo que dicen los medios de comunicación del régimen catalán, este hombre no es un exiliado, si no un fugado de la justicia española en toda regla.
Pero más allá de la evidencia, el marrón es importante. El gobierno Sánchez no contaba con esta comedia italiana que vuelve a abrir viejas heridas. El buen hombre ya estaba bien en su casa de Waterloo organizando sus paripés varios y conspirando por una imposible República catalana.
Ahora la justicia (que es lenta y no siempre segura) marcará unos tempos que pueden afectar gravemente a la estabilidad del Gobierno. Faltan presupuestos por aprobar y la estabilidad del ejecutivo es más bien precaria. Algunos malpensados ya están diciendo que toda la movida italiana responde a una estrategia sucia de las llamadas cloacas del Estado.
No lo creo. Puigdemont no deja de ser un prófugo de la justicia española. Por muy mal que las cosas pueden haberse hecho. En todo caso, el hombre lleva un periplo de una intensidad avasalladora. Ya lo han cazado en varias ocasiones y siempre acaba en libertad para proclamarse a los cuatro vientos un represaliado del malvado sistema jurídico español.
Pero a lo que íbamos: Puigdemont ahora mismo es un problema. Es una anomalía que a nadie interesa sacar en procesión bendita. Ni a ERC ni al Gobierno. De momento, sin embargo, ya han empezado las muestras de solidaridad por el fugado y en esta ciudad de los prodigios, que vivió días mejores, han vuelto los lazos amarillos. Un mal augurio. Sobre todo porque toca escribir de un personaje nefasto y que en los libros de historia quedará como un pícaro a pie de página.