Ayuso y la derecha rock n' roll
«El abismo que la distancia de Casado es que Ayuso es la amiga que cierra esos bares a los que Casado nunca ha ido»
Sospecho que la mayoría de españoles que vimos a Isabel Díaz Ayuso en El Hormiguero no sabíamos que veríamos a Isabel Díaz Ayuso en El Hormiguero. Teníamos otros planes. Pero tras tropezar con ella en la pantalla muchos soltamos el mando y decidimos dejar la serie de Netflix o el drama de Filmin para otra ocasión.
Ayuso es un animal exótico del que cuesta apartar la vista; la paradoja es que su exotismo radica en su naturalidad. No imposta el tono ni la melodía. No emplea fórmulas enlatadas ni transmite falsa modestia o superioridad. Comunica, eso sí, un orgullo de barrio, seguro pero frágil, con el que no solo los madrileños sintonizan.
Aunque uno no comparta sus ideas, es difícil discutir que las dice de verdad. No lee ni recita y su espontaneidad la hace creíble. Para colmo, engalanó su desparpajo con unos labios russian red y una chupa de cuero negro. Esto convierte a Ayuso en un artefacto que a la izquierda le cuesta desactivar, pues encarna, ya digo, un enemigo exótico: la derecha no pija. Y este detalle empapa la pólvora del arsenal de tópicos con que la izquierda suele atacar y ridiculizar a la derecha. Ayuso no es derecha cayetana; Ayuso es derecha rock n’ roll.
Si pretenden debilitarla, la oposición debe ceñirse a criticar su gestión, porque no es fácil atacar a su persona sin que los ataques reboten al pueblo. A Isabel Díaz Ayuso le gustan la cerveza y las terrazas, el pop/rock español y Depeche Mode; añora los veranos en el pueblo y tiene dos tatuajes. Su deje de barrio y sus gustos llanos son su encanto y su escudo, la sencillez que la hace cercana y vulnerable.
Recuerden esa frase que le atribuyen: «Sé que no soy Churchill». Estas palabras explican parte de su éxito. Ayuso, a diferencia de sus compañeros de partido, conoce sus limitaciones. Pero la distancia con Churchill no la marca su talla como intelectual y estadista, hay algo más. Ayuso no tiene vínculos aristocráticos ni ambiciones imperiales.
Entre los espectadores habrá quien se vea capaz de votarla y quien no; quien la adore y a quien le repulse. Pero apuesto a que la mayoría podría imaginarse riendo con ella en algún antro. Y ese es el abismo que la distancia de Casado: Ayuso es la amiga que cierra esos bares a los que Casado nunca ha ido.